IVÁN TORRES LA TORRE (*)
El Perú es un país de grandes masas empobrecidas, excluidas, analfabetas, masas a las cuales el Estado les niega el acceso a derechos fundamentales como el derecho al agua, a la educación, a la salud pública, al progreso obtenido en base a su trabajo. Es un país de un crecimiento desordenado, concentrado en la gran capital, con una despoblación en las zonas andinas y amazónicas, resultado del centralismo económico, institucional y político que durante años afectó al peruano que vive en el interior del país. Esto es innegable.
El Perú es uno de los países que invierte menos dinero en educación. Solo US$1,100 Dólares por alumno al año. Chile invierte US$2,500 Dólares por año y el promedio mundial de inversión por alumno en educación es de US$8,000 Dólares al año.
Lima, la gran capital siglo XXI recomienda ahorrar agua en verano porque dependemos de los ríos ¡Increíble!, los programas de alimentación social se encuentran altamente corruptos y no abastecen el hambre del pueblo. La empresa privada hace su mejor esfuerzo por contribuir al crecimiento económico del país, sin embargo, tiene un monstruo que es su socio, que lo ajusta con los impuestos que nadie sabe a dónde o a qué son destinados. El joven peruano tiene decenas de universidades para elegir dónde y qué estudiar; su gran problema es ¿en qué trabajará?. El adulto mayor abandonado a su suerte, relegado al último eslabón de la sociedad, cuando en realidad los grandes pueblos, las grandes culturas, reconocen en sus “viejos” el depósito del esfuerzo histórico y de experiencia orientadora en la formación familiar y social.
En medio de toda esta pobreza de diferente índole, nos damos el descarado lujo de invertir más de S/.4,100 millones, en la organización y ejecución de los juegos panamericanos Lima 2019. Se invertirán S/.416 millones en adecuaciones de infraestructuras, S/.169 millones se pagará a los que elaboraron el plan maestro de los Panamericanos. Se destinarán S/.271 millones para tecnología y comunicación y S/.580 millones en logística, entre otros despilfarros descomunales, insensibles que olvidan la reconstrucción nacional y que miran con desprecio el hambre de los niños en las calles.
¿Esto es posible? ¡Esto es una locura!. El Perú, dentro de su política de Estado, no invierte en el deporte nacional; no financia ni forja talentos deportivos. No invierte en la infraestructura nacional del Deporte. No motiva ni incentiva al deportista, dejándolo en su total y absoluto abandono. Los Panamericanos, en un país pobre y sin deporte, se convierte en una ofensa de límites incalculables en la historia del país.
Amamos el deporte. He hecho deporte toda mi juventud. Creo en el deporte como formación humana, espiritual y conductual. Soy vicepresidente de un club de fútbol, pero esto es una vergüenza. La pobreza nacional no se arreglará con los panamericanos y quizás ni vean los torneos, pues muchos no tienen ni luz. Hasta la próxima semana.