La práctica peruana del asilo

por | Abr 3, 2018 | Opinión

Por Javier Valle Riestra

La dictadura militar no solamente había concedido salvoconductos en mil novecientos cuarenta y ocho y mil novecientos cuarenta y nueve a líderes apristas perseguidos y procesados juntamente con Haya, como Sánchez, Seoane, Townsend, López Aliaga, etc., sino que, fuera del escenario americano, durante la guerra civil española albergó en su embajada madrileña a “nacionalistas”; para ese fin se vio obligada nuestra sede en España a alquilar anexos.

Decenas de asilados marcharon así rumbo al puerto de Valencia escoltados por convoyes republicanos. Como lo recuerda Alberto Ulloa, en mil ochocientos treinta y seis se asilaron en la fragata francesa “Flora” el General Castilla y otros perseguidos. En 1855 en diversas legaciones el General Echenique y miembros de su gobierno, pese a una ley que los responsabilizaba de la bancarrota nacional. En 1865 el General Diez Canseco en la legación norteamericana. En 1865 el General Pezet y miembros de su Gobierno sometidos al ad hoc Tribunal Central se asilaron en la Embajada francesa y, pese a que el canciller reclamó su entrega después de breve debate, marcharon al ostracismo.

Sin embargo, el Ministro Pacheco declaró que el asilo era excepcional y que renunciaba a ese privilegio para sus locales en el exterior. Pero la doctrina Pacheco fue efímera y circunstancial. Roberto Leguía, vicepresidente de la Republica se asilo dos veces en la Embajada de Italia en 1914. Alberto Ulloa en ese mismo año en la Embajada de Bolivia; Augusto Durand aquel año se refugió en la legación argentina, colindante con su casa, a la que volvía furtivamente por las noches aprovechando de unos corredores camuflados.

Durante el oncenio se asilaron Manuel Vicente Villarán, Arturo García y Jose María de la Jara y Ureta en las legaciones de Colombia, Ecuador y Argentina, respectivamente. Caído el régimen de Leguía, se asilaron en la Embajada de los Estados Unidos dos hijas un yerno y tres nietos del ex presidente, pese a que el país asilante no reconoce el asilo (sin embargo, treinta años más tarde refugiaría en su embajada en Hungría al cardenal Mindszenty, durante 23 años), “siguiendo instrucciones de su gobierno”.

Alberto Salomón y Jose Leguía Swayne obtuvieron en octubre de mil novecientos treinta y abril de mil novecientos treinta y uno, sus pasaportes para viajar a Bolivia y Brasil con cargo al trámite de la solicitud de extradición, la que no fue presentada.


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