Martín Belaunde Moreyra
Durante la semana pasada los principales periódicos de los Estados Unidos, con excepción de Los Ángeles Times, el San Francisco Chronicle y el Washington Post, se pronunciaron simultánea y colectivamente en contra del gobierno del Presidente Trump. Para ello publicaron el mismo día, editoriales críticos en los que denunciaban la actitud autoritaria y prepotente del mandatario de los Estados Unidos, en particular de considerar noticia falsa (“fakenews” según su expresión en inglés) toda información que él juzga dirigida contra los objetivos de su administración.
¿Por qué ese enfrentamiento? El Presidente Trump tiene una personalidad autoritaria y avasalladora que rompe todas las barreras al frente suyo. Esa ha sido su manera de actuar en los negocios durante el tiempo que fue un empresario, dedicado exclusivamente a incrementar su fortuna. También se caracterizó por negociar sus contratos de una manera intimidatoria respecto de sus contrapartes. Sin duda hubo mucho de lo que en inglés se llama “bluff”, que podría traducirse como una fanfarronada calculada para impresionar al rival y provocar su retirada. En otras palabras una agresión fingida para despertar miedo y paralizar al rival. En sus famosos programas televisivos se caracterizó por maltratar a sus entrevistados que eran supuestos empleados suyos, despidiéndolos abruptamente cuando no actuaban conforme a sus indicaciones. La expresión más utilizada en esos programas era “estás despedido”, lo cual significa lárgate de inmediato sin indemnización alguna.
En buenas cuentas en todas sus actuaciones privadas, Trump rendía culto al dinero, así como a la dureza de carácter (“toughness”), característica muy propia en ciertos círculos de los Estados Unidos, que privilegian la aspereza en las relaciones humanas. Y cuando esa actitud no funciona a veces se lubrica con dinero, cuando no queda más remedio para evitar un mal mayor. Por cierto que no todos en Estados Unidos actúan así y de ahí la reacción de la prensa norteamericana frente a los exabruptos mediáticos de Trump, expresados a través de sus famosos tuits.
¿Se puede desarrollar una política exterior de esa manera? Evidentemente que no, porque eso provoca la reacción negativa de otros países. La forma como Trump ha maltratado a México con motivo de la construcción del muro excede todos los límites de la prepotencia internacional. Estados Unidos está en su pleno derecho de regular su política migratoria respecto, pero no tiene porque insultar a su vecinos ni tampoco separar a los menores de sus padres migrantes, como lo vino haciendo hasta hace poco tiempo. Los resultados fueron contraproducentes.
Trump tiene la pésima costumbre de insultar a sus aliados y decir barbaridades respecto de ciertos enemigos como Kim Yong-un, para luego prácticamente abrazarse con él, en su intento de captarlo a su sistema de alianzas, sin importarle un bledo la naturaleza opresiva de su régimen. Algo parecido hizo con Putin salvando las distancias, quizás acicateado por el temor de la información que el presidente ruso pueda tener sobre el apoyo encubierto que le prestó en las elecciones presidenciales del 2016.De todo lo cual se desprende la gran pregunta, ¿querrá Trump convertirse en el primer dictador de los Estados Unidos, pisoteando la Primera Enmienda de la Constitución que garantiza la libertad de prensa y expresión? Pregunta aún sin respuesta.