Por: Martín Belaunde Moreyra
El ciudadano Pedro Barreto Jimeno, tiene todo el derecho del mundo para hacer declaraciones políticas en los medios del Perú. ¿Pero quién se las publicaría? Pregunta sin respuesta. Hoy día dicho ciudadano ha sido subsumido dentro de la personalidad del Cardenal-Arzobispo de Huancayo, miembro de la alta jerarquía de la Iglesia Católica y en estos momentos el único purpurado en ejercicio, ya que su colega Cipriani pasará al retiro el 1 de marzo próximo.
A los que fuimos formados católicamente, nos enseñaron a distinguir entre el reino de los cielos y las tentaciones de la tierra. Nuestras madres nos repetían hasta el cansancio que la vida era un valle de lágrimas arrullado por cantos de sirenas. Probablemente el ciudadano Pedro Barreto Jimeno, formado en un hogar católico y ex alumno jesuita, escuchó enseñanzas parecidas. Por lo que leo entró al seminario apenas graduado del colegio y siguió una honorable carrera eclesiástica. Así fue escalando posiciones dentro de la jerarquía de la Iglesia Universal de Cristo. No formulo una crítica, sino más bien expreso mi reconocimiento por su tenaz empeño.
En ese gradual avance el sacerdote Pedro Barreto Jimeno fue designado Arzobispo de Huancayo, importante diócesis de la Iglesia Católica en la región central del Perú, donde presumo que realizó labores pastorales. Escuché de su oposición ambientalista al denominado Completo Metalúrgico de la Oroya, adquirido por la compañía norteamericana Doe Run, cuyo dueño el multimillonario Ira Rennert, cometió el error de negarse a seguir reinvirtiendo las utilidades de la empresa en la remediación de sus pasivos ambientales. Entiendo que en un período de diez años reinvirtió US$ 300 millones. Doe Run suspendió sus actividades productivas en el año 2009 por un problema de flujo de caja, que Ira Rennert no quiso resolver, rechazando un financiamiento externo propuesto por el gobierno de Alan García. Desde entonces La Oroya ha recuperado su limpia atmósfera al precio de no refinar metales y de la paulatina desocupación de sus trabajadores. Encuentro difícil que esa situación se revierta y los activos productivos de Doe Run probablemente serán chatarreados a un valor ínfimo. El Perú ha perdido una estructura productiva, pero de repente ganó ambientalmente.
En ese sentido cabe decir que el arzobispo Barreto logró un triunfo táctico en una crucial batalla de poder ecológico. En la Oroya los únicos humos que se respiran son de los autos, camiones y buses que circulan por la ciudad. Tal vez el destino de La Oroya sea un ejemplo práctico de lo que el economista Schumpeter denominó “destrucción creativa”. Creo que la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía así lo considera. Uno de sus directivos me dijo una vez que las instalaciones de la Oroya, previa su costosa reconversión, podrían ser utilizadas para el establecimiento de un mercado agroindustrial en el Perú. ¿Sueños de opio?
Volvamos al presente. El Cardenal-Arzobispo Barreto comete un gravísimo error de introducirse en la política por la puerta falsa de la jerarquía católica. Nunca he sido fujimorista y me tocó combatirlo como decano del Colegio de Abogados de Lima cuando Fujimori pretendía perpetuarse en el poder. El fujimorismo sin duda atraviesa por una crisis terminal. Mucho me temo que las declaraciones del Cardenal Barreto serán el ansiado salvavidas que Dios le mandaría para resucitar.