Ricardo Sánchez Serra
El personal diplomático, consular y todo el personal de las embajadas extranjeras en el Perú, están sosteniendo un trabajo extenuante por repatriar a sus connacionales.
Algunos dirán que es su obligación, sí. Pero hemos podido comprobar que no solo es su deber, sino que ponen mucho corazón, ahínco y gran esfuerzo.
No solo es repatriarlos y ya. Muchos turistas se encontraban en provincias y en lugares alejados. En la mayoría de los casos traerlos a Lima, mediante puentes aéreos o terrestres, con la desazón y barrera de estar cerradas todas las rutas.
Además, realizar las agotadoras gestiones para ubicar a los funcionarios del Gobierno, de la Cancillería, de la Comisión de Alto Nivel y altos mandos de las Fuerzas Armadas para solucionar los impasses y que “estuvieron expeditivos, por lo que estamos sumamente agradecidos”, nos contó un diplomático.
Coordinaciones milimétricas
Pero, ahí no queda todo. Paralelamente, tienen que gestionar ante su Gobierno la venida de su aerolínea de bandera -si tuvieren-, de su Fuerza Aérea o alquilar transportes de líneas comerciales. Hay que imaginarse todos los trámites que tienen que hacer y eso que no somos el único país y que sus compatriotas están en todo el mundo.
Entretanto, mientras se espera que se concreten los vuelos para los extranjeros, sus diplomáticos tienen que buscar hoteles que los albergue a precio módico y los alimentos. En varios casos, las embajadas tuvieron que cubrir los gastos, otras no pudieron hacerlo porque no tenían partida para ello.
Las penurias continúan para algunos extranjeros, que se han tenido que quedar porque se encuentran en cuarentena o cuya procedencia es de países lejanos y tienen que esperar que finalice el cierre de la frontera no solo del Perú, sino también de otros Estados.
Satisfacción personal y patriótica
El esfuerzo de los diplomáticos extranjeros se vio coronado con el éxito cuando sus compatriotas, por fin, se pudieron embarcar y regresar a su patria. Muchos de ellos, mediante videos, mensajes o fotos agradecieron la faena de sus representantes.
No menciono los nombres de los diplomáticos extranjeros, porque podría pecar de omisión, pero ellos saben a quiénes me estoy refiriendo. ¡Qué orgullo!
Los peruanos hemos podido conocer con satisfacción y con sana envidia, sobre los innumerables vuelos de solidaridad extranjeros, saliendo desde Lima, Cusco o Iquitos.
Desde que se decretó la emergencia sanitaria y el toque de queda en el Perú, la Cancillería convocó a los diplomáticos extranjeros por grupos –y no a todos- para intercambiar opiniones y solicitarles que a la hora de repatriar a sus connacionales, se sirvan traer a los peruanos varados.
Los países que pudieron así lo hicieron.
¿Y los peruanos?
También los diplomáticos peruanos en el exterior no han dormido por empadronar y ayudar a peruanos varados. Todos han trabajado incansablemente “con sangre, sudor y lágrimas” por colocarlos en las líneas aéreas que venían al Perú; asimismo, conseguirles alojamiento y facilitar sus alimentos.
El canciller, Antonio Meza Cuadra, informó que ya se repatrió a cuatro mil peruanos y que solo podrán regresar los más vulnerables. Si son todos, será mejor.
Y, ahora, con las fronteras cerradas, ¿qué puede hacer el Perú de motu propio?
Aún se está a tiempo de repatriarlos mediante los “vuelos de solidaridad”, con nuestros propios aviones de transporte o alquilando vuelos comerciales. Por otra parte, sin duda, qué falta nos hace tener -como antes- una línea de bandera. Es para reflexionar.