La cohesión y estructuración de la oposición en Venezuela dista mucho de la de los políticos en Perú.
Esperar hasta la segunda vuelta de 2026 para que una treintena de partidos priorice al Perú sobre sus propios intereses sería demasiado tarde.
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En primer lugar, la cohesión y estructuración de la oposición venezolana está a años luz de los políticos peruanos. Mientras el fujimorismo se niega a enviar representantes a todas sus mesas (un error que repitieron en 2021, como ya lo hicieron en 2016), la oposición venezolana se preparó durante meses para garantizar una presencia nacional y digitalizar todas las actas. Este método merece ser analizado antes de que sea demasiado tarde. Aunque todavía faltan dos años para la campaña, esperar hasta la segunda vuelta de 2026 para que una treintena de partidos priorice al Perú sobre sus intereses es indicativo. No necesitamos 25 años de dictadura para unirnos: necesitamos unirnos para evitar 25 años de dictadura.
Además, es relevante recordar que, durante la campaña de 2006, el candidato Alan García atacó a Hugo Chávez para provocarlo. El expresidente buscaba demostrar que había cambiado y no era el socialista del 85, y que su rival, Ollanta Humala, ahora era el estatista, con apoyo de dinero venezolano. Chávez cayó en la provocación y lo insultó, además de expresar su apoyo público a Humala. El resto es historia. Casi dos décadas después, Dina Boluarte, la converso de turno, perdió la valiosa oportunidad de repetir esta estrategia al tardar una semana en pronunciarse sobre Venezuela. Mientras Javier Milei, Nayib Bukele y hasta el izquierdista Gabriel Boric aumentaron su popularidad, la presidenta dejó que su canciller tomara la iniciativa. ¿Qué mayor prueba de lealtad al modelo que el rechazo al grotesco fraude madurista? ¿Qué mejor oportunidad perdida para recordarnos la dictadura que intentó instaurar Castillo con su ‘Toma de Lima’? Quizás esta situación afectó su percepción política.