Por Iván Torres La Torre
Lima sin norte es tal vez la frase más usada por todos los que vivimos en la capital peruana, en la medida que refiere a la falta de un plan metropolitano de gran envergadura y que tenga una proyección de ejecución de como mínimo a 20 años en adelante.
Unánimemente decimos que Lima está sin norte, creciendo de manera desordenada en todo orden de cosas, tales como su crecimiento poblacional, el automovilístico, el urbanístico, pobreza, concentración e inclusive sin orden para el diseño de las nuevas edificaciones en las zonas residenciales, que tanto problema traen a los limeños.
Lima no tiene un plan de tratamiento de residuos sólidos (basura). No se preparó para tener más centrales hidroeléctricas que abastezcan de energía a sus más de 13 millones de habitantes. Los accesos a la gran capital por la carretera central, la Panamericana Norte y la Panamericana Sur, están colapsados y sin ninguna posibilidad de solución. Es inconcebible que en pleno siglo XXI, Lima como ciudad capital no abastezca de agua potable a su totalidad de habitantes, por cuanto el mecanismo de La Atarjea es deficiente, antiguo, casi obsoleto y ningún alcalde se ha preocupado por mejorar o articular con el gobierno central para la solución de tremendo problema, por ello es que los huaycos dejaron sitiada a la capital del Perú, llevando a la población a una crisis nunca antes vista de colas de gente con baldes en la mano, campeando la desesperación y desolación, ante la mirada de perfil de las autoridades de turno.
El transporte público hace lo imposible para satisfacer la gran demanda de usuarios y lo que comenzó como un gran proyecto, está a punto de colapsar por deficientes gestiones y concesiones entregadas aparentemente a dedo, pues no se explica cómo estas empresas pudieron ganar licitaciones sin control exhaustivo de sus buses que se incendian en pleno momento de transportes de pasajeros en horas punta y ni qué decir del transporte público en las principales arterias de Lima, con flotas destruidas, llenas de papeletas policiales por infracciones de tránsito y un servicio de taxi considerado el peor de Latinoamérica por lo peligros que resulta.
Sobre la delincuencia que afecta a la seguridad ciudadana, existe un divorcio entre las políticas del Ministerio del Interior y la Municipalidad de Lima. Hubo un ministro del Interior que inclusive llego al colmo de proponer que los alcaldes contraten a la policía nacional ¡increíble!, si un barrio no tiene plata, no tiene policía, es el mensaje que nos transmitía el “extraordinario” ministro.
Lima se encuentra en emergencia y atender esta crisis es el gran reto para el próximo alcalde que se siente en el sillón municipal y para los alcaldes distritales con sus escasos presupuestos y limitaciones burocráticas que, poco o nada, pueden hacer sino pasar el sombrero al gran ministerio de economía que los mira con indiferencia.