Por su alto contenido en agua y su aporte de fibra y potasio, el melón posee una acción diurética y ligeramente laxante, con lo que ayuda a eliminar los desechos del organismo. Esto lo convierte en un buen aliado de la piel y lo hace recomendable para personas que sufren afecciones de vasos sanguíneos y corazón o retención de líquidos. Tiene también un efecto beneficioso en los casos de reumatismo, artritis y gota.
Melón
El melón (Cucumis melo) pertenece a la familia de las cucurbitáceas, lo que lo emparenta con el pepino, la calabaza y el calabacín. Es uno de los frutos más grandes, con un peso que oscila entre los 700 g y los 4 kg. La corteza varía en textura y color (verde, amarilla, anaranjada o incluso blanca), al igual que la pulpa (de blanco amarillento a naranja, pasando por verde).
Propiedades del melón
Junto con la sandía es una de las frutas más apetecibles en verano. El melón contiene mucha agua, alrededor de un 85%. 100 g de su pulpa suponen tan solo unas 35 calorías, aporta 8 g de glúcidos, fibra (1%) y escasa cantidad de grasas (0,1 %) y proteínas (0,6 %).
Otra de sus virtudes es su elevado contenido en betacaroteno (en el organismo se convierte en vitamina A), y vitaminas C y B9. Con 200 g se cubre más del 80% de las necesidades diarias de vitamina C, el 30% de B9 o ácido fólico y el 20% de betacaroteno. Tanto la vitamina A como la C son antioxidantes y refuerzan el sistema inmunitario.
El melón destaca en potasio (330 mg/ 100 g), que explica su efecto diurético y contiene algo de fósforo (21 mg), calcio (6 mg) y magnesio (15 mg).
El melón en la cocina
Es ideal para elaborar compotas, mermeladas, cremas, sorbetes o zumos, y cada vez es más frecuente su empleo en aperitivos a modo de tentempié o como ingrediente de lujo en coloridas brochetas.
También permite preparar ensaladas veraniegas y macedonias.
El melón se digiere mejor si se come solo. En cualquier caso, no conviene tomarlo muy frío o bebiendo grandes cantidades de agua, ya que podría resultar excesivamente laxante.