Por: Martín Valdivia
¿Vedetta política, odio, sanción ejemplarizadora? Lo cierto es que el pleno del Congreso aprobó por mayoría el informe final de la Comisión de Ética que recomendaba suspender por 120 días al congresista Yonhy Lescano, acusado por una periodista de haber sido acosada sexualmente por el citado legislador. La sanción, que lo alejará cuatro meses del parlamento y sin goce de haber, fue abrumadoramente apoyada por 76 votos, 15 abstenciones y cero en contra.
Según Lescano, todo este tinglado obedece a una burda patraña con la finalidad de sacarlo de la escena política y vengarse de él. Apristas y fujimoristas no lo perdonan, explica el sancionado, por ser un congresista combativo y pertinaz en la denuncia. Y es verdad, la gran mayoría de los 76 votantes eran fujimoristas y apristas. Al menos hasta allí, Lescano tiene razón.
Pese a esta victimización, la opinión pública, ciertamente, no le cree al legislador de Acción Popular. La gente está harta de este tipo de noticias (sino recordemos a Moisés Mamani, sancionado también con 120 días), y no perdona un solo desliz de los “padres de la patria”. Ya suficientes gollerías tienen como para estar perdiendo su tiempo en conversaciones subidas de tono, en vez de preocuparse de tantos problemas que tiene el país.
Las contradicciones en que cayó Lescano terminaron por hundirlo, aunque a última hora haya pretendido argüir que los pantallazos de los Whatsapp fueron intervenidos por manos extrañas y manipulados en su contra. ¿Por qué no se le pidió su celular para rescatar las conversaciones que, según él, fueron borradas? Y oh casualidad… justo esas conversaciones fueron las que desaparecieron del mapa.
Hoy que las redes sociales se han convertido en la inquisición del siglo XXI, todos, y más aún los personajes públicos, deben tener muy presente que lo que se escribe o graba queda. La gente no tolerará abusos de ningún tipo.
Los casos de Mamani y Lescano deben de servir de lección para todos aquellos que quieren jugar al “Don Juan” y pecar de ingenuos, delito agravado si éste es un servidor público que en todo momento debe ser ejemplo de transparencia, honestidad y decencia. No somos quienes para juzgar a Lescano ni condenarlo a la hoguera, pero ningún hombre honesto y decente debería entablar conversaciones de este tipo, más aún cuando no existe de por medio ningún tipo de confianza o parentesco.
Esperemos que con este caso se cierren estos tristes episodios de parlamentos plagados de incompetentes y malandrines. El Perú ya tiene suficientes problemas como para soportar a estos acosadores de medio pelo que nadie quiere en el Congreso. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.