Ricardo Sánchez Serra
En estos momentos de crisis, causadas por el Coronavirus, salen los mejores sentimientos de solidaridad de las personas, como también los más bajos, el egoísmo, el resentimiento o la xenofobia.
Cuando mencioné en varios momentos sobre la repatriación de los peruanos, en muchos comentarios se traslucía el amor y en general, sentimientos buenos. Sin embargo, en otros se señalaba “que para qué viajaron”, “es que tienen plata” o “que se queden afuera”.
En su conciencia quedará lo bueno o malo que dijeron.
Pero sí hay que destacar la entereza, esfuerzo y sacrificio de muchos diplomáticos, tanto peruanos como extranjeros, por repatriar a sus compatriotas. Rescatarlos primero de lugares lejanos e inhóspitos, llevarlos –por tierra o aire- a alguna capital o ciudad importante y de ahí repatriarlos, con vuelos oficiales de sus naciones o alquilando vuelos charters.
Un trabajo que no solo se puede decir que es obligación diplomática, sino que hay que dar todo de sí, con la sensibilidad característica y el corazón de cada persona. Las academias diplomáticas han forjado el temple de acero para muchos, profesional y servicialmente, pero depende de cada persona profundizarlo y fortalecerlo o que ese acero se derrita, cultivando lo superfluo y la insensibilidad. En ambos casos, mucho viene de la cuna.
Hay muchos diplomáticos que enorgullecen a sus países y otros que lastiman la imagen de su nación. A estos últimos se les debe inculcar que están representando a un país, que no lo deben dejar mal y que no han sido ungidos, sino nombrados para servir, para mejorar las relaciones bilaterales y ayudar en todo lo que humanamente se pueda, en este caso a la colonia peruana o a los peruanos varados, más aún en esta crisis humanitaria.
Los diplomáticos extranjeros han repatriado a más de 30 mil de sus compatriotas. Su trabajo ha sido notable, reitero, debido a que sus connacionales estaban desperdigados en todo el país, en la Amazonía, en las playas del norte, en Cajamarca, en Arequipa, en Machu Picchu, a miles de kilómetros de Lima, saliendo vuelos de esta capital, o desde el Cusco. Los europeos demostraron una gran unión y solidaridad; los latinoamericanos también, contando con el apoyo de las autoridades peruanas y, en gran parte de las Fuerzas Armadas.
Es posible que se hayan producido algunos malentendidos, trámites burocráticos o incomprensiones, que esperamos no afecte la cooperación y relación bilateral.
Hay diplomáticos que están ya satisfechos, y que pueden decir con orgullo y felicidad que repatriaron a cientos o miles de sus coterráneos. Otros aún les falta retornarlos por dificultades logísticas o porque sus compatriotas se encuentran en cuarentena.
La Cancillería peruana, asimismo, ha tenido un trabajo excepcional repatriando a más de 12 mil peruanos varados en el exterior, con apoyo de gobiernos extranjeros o fletando vuelos chárter. Y, entretanto, sufragando –en muchos casos- sus gastos de estadía.
Al principio hubo un poco de incomprensión de los connacionales varados, porque la prioridad de la repatriación era para las personas vulnerables, pero era explicable por la premura y angustia por volver al país. No todos han podido aún regresar, lamentablemente, pero debe haber explicaciones.
Sería enojoso, por las omisiones que uno cometería, mencionar nombres de los que se fajaron en cada país del mundo, pero me imagino que en los territorios en donde existen más peruanos varados, como Estados Unidos, España, Gran Bretaña, Italia, México, Francia y Alemania, el trabajo de los diplomáticos ha sido extenuante y sobrehumano; y, asimismo, exitoso ¡Honor al mérito!
Si bien el 90 % del tiempo de los diplomáticos han estados ocupados en este tema, otro trabajo importante es prodigarse en hacer los contactos para conseguir los implementos médicos necesarios para combatir esta emergencia, así como intentar obtener el apoyo de las brigadas médicas solidarias, que existen en muchos países.