Los matrimonios de clase media reducen el número de hijos porque sus ingresos económicos no les permite atender adecuadamente la salud y la educación de cada uno de ellos, en un sistema económico de libertad de mercado, donde los costos de las clínicas privadas y las instituciones educativas privadas de nivel medio y alto son cada día más caras.
Quizás este sea el argumento más sólido para introducir controles de natalidad artificiales entre esposos que se respetan y quieren vivir de acuerdo a la moral cristiana, rompiendo así la unidad religiosa de sus vidas.
Los países escandinavos han resuelto el dilema mediante el socialismo liberal democrático, donde el estado se ocupa de salud y educación, gracias a los altos impuestos que pagan los contribuyentes. Pero ellos no tienen una moral cristiana sólida, por lo que el matrimonio no les importa tanto y los hijos tampoco.
Los países de Europa Occidental, de mayoría cristiana, y algunos incluso católica, tienen sistemas intermedios entre economía libre y socialismo liberal, causa de la alternancia entre gobiernos liberales y socialistas, por lo que la salud pública y la educación (subsidiada seriamente por el Estado) son buenas. Supongo que en Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda tendrán sistemas similares.
Estados Unidos es una gran nación liberal, donde prima el sistema capitalista. Según la Organización Panamericana de Salud, los servicios de salud en gran parte son prestados por el sector privado y los aseguradores comerciales desempeñan una importante función en el financiamiento de la asistencia sanitaria.
La mayoría de la cobertura de servicios de salud se obtiene por medio de una tercera entidad pagadora, como un empleador o el gobierno, que efectúa los pagos, directa o indirectamente, a los proveedores de servicios.
El gobierno federal es proveedor directo de servicios de salud para el personal militar, los veteranos con discapacidades, los nativos y los presidiarios de las prisiones federales. El partido republicano propugna mantener este sistema; el demócrata, aproximarse más a los modelos de Europa Occidental. De hecho, los pobres tienen problemas de salud y educación muy preocupantes.
América Latina no ha resuelto todavía este reto. El Estado ha asumido demasiados desafíos en muchas áreas, todas de manera imperfecta. No ha sabido centrarse en los dos temas esenciales: salud y educación.
La insuficiente estructura del sistema público y el elevado costo del sistema privado hace que haya gran distancia entre ricos y pobres, clase alta y baja, con una clase media que carga con muchas responsabilidades -laborales y tributarias, sociales y económicas- con pocas compensaciones reales. Lo estamos viendo en la pandemia.
Sabiendo que el marxismo, con su modelo estatista totalitario, no resuelve el problema, vemos que el liberalismo, con su modelo liberal de economía, no nos esclaviza, pero nos deja sueltos en plaza, sin la solidaridad propia de repúblicas y democracias que cada día añaden más “derechos humanos” a la lista de las Naciones Unidas, pero sin resolver bien las tareas de atender la salud y la educación con libertad, calidad, solidaridad y universalidad.
(*) Periodista y analista político.
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