Los oscuros secretos de la vida íntima del genio Sigmund Freud

Sigmund Freud era casto con su esposa, activo sexual con su , consumidor de cocaína e ingenuo frente al nazismo

por | May 25, 2021 | Sin categoría

Sigmund Freud era casto con su esposa, activo sexual con su , consumidor de cocaína e ingenuo frente al nazismo

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Sigmund Freud (1856- 1939) nació un 6 de mayo hace 165 años y es una rara paradoja, escarbó a fondo en los secretos del alma humana, decía que abrir la conciencia curaba, pero mantuvo en total secreto su propia intimidad, su vida privada, sus experiencias sexuales, su capacidad de amar o de expresar amor, ternura o devoción.

Vivió 83 años, murió en Londres veinte días después del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el 23 de septiembre de 1939. Y aún después de muerto, su mujer, Martha Bernays, mantuvo el secreto sobre su relación con Freud, atesoró las cartas que siempre amenazó quemar, pero jamás quemó, y hasta su propia muerte en 1951 solo recordaba los viejos días de felicidad de ambos.

A los 40  decidió ser casto, no volver a mantener relaciones carnales con su mujer, después del nacimiento de su sexto hijo, una niña llamada Anna que, con el tiempo, sería una brillante psicóloga infantil.

Pitonisa

Al nacer, una membrana fetal le cubría la cabeza, lo que fue interpretado como una señal de buen augurio. Años después, una anciana, mezcla de curandera y pitonisa, le dijo a la mamá de Freud que había engendrado a un gran hombre. Y Amalia Nathanson lo creyó de muy buena gana.

Sigmund -el papá, Jacob, le había agregado el Shlomo que le daba identidad judía y Freud nunca usó- fue el favorito de su madre. Años después escribiría: “Cuando un hombre ha sido el favorito indiscutido de su madre, logra conservar toda la vida un sentimiento de vencedor”.

A los 26 años conoció a su futura esposa. Sigmund y Martha intercambiaron centenares de cartas durante los cuatro años de su compromiso, de los que estuvieron separados tres.

Se c asaron 3 de septiembre de 1886. En los diez años siguientes, nacieron los seis hijos, tres varones y tres mujeres, mientras Freud se ganaba la vida como neuropatólogo y usaba la electroterapia y la hipnosis para tratar las enfermedades nerviosas.

El psicoanalisis

Freud abandonó la hipnosis para inclinarse en el decisivo papel de la sexualidad como causa de los trastornos psíquicos. En 1899 apareció su famoso ‘La interpretación de los sueños’, del que solo se vendieron seiscientos ejemplares, en la que sustentaba que los pensamientos, deseos y recuerdos reprimidos, pasan a integrar el inconsciente y, desde allí, influyen en la conducta, con lo cual desarrolló su teoría del psicoanálisis.

Era una teoría audaz que mereció diatribas, objeciones, burlas y escarnio, pero por otro lado logró la adhesión de buena parte del mundo científico.

Con sus seis hijos a cuesta, Mathilda, Martin, Oliver, Ernst, Sophie y Anna, los Freud se mudaron a un hogar más grande. A ellos se unió Minna Bernays, la hermana de Martha, una segunda madre para los hijos de Freud y más que una cuñada para Freud. Entonces optó por la castidad voluntaria para evitarle más embarazos a su mujer; renunció a toda relación carnal con ella, se negó a usar incluso los contados e inciertos métodos anticonceptivos de la época.

Su cuñada y amante

Todo parece indica, según sus biógrafos que tuvo relaciones con su cuñada, Minna. Franz Maciejwski, sociólogo de la Universidad de Heidelberg, descubrió que, en la zona alpina de Suiza Oriental, Sigmund Freud, de 42 años, se alojó en la habitación 11 del hotel Schweizerhaus, del pueblo de Maloja, junto a su cuñada Minna Bernays.

Freud abandonó las experiencias con la cocaína, aunque la usó en sí mismo cuando el cáncer lo puso entre la espada y la pared.

Su biógrafo Alfred Ernest Jones (1879- 1958) revela que en su biografía intenta aproximarse al secreto del genio, lo describe como “un hombre de maneras tranquilas y de una sencilla dignidad, muy alejada de toda pose o de aires de grandeza o pretensión de ninguna índole”.

Ingenuidad política

El único reproche que podía hacérsele a Freud es que no vio venir al nazismo y se creyó protegido por las leyes de una Alemania que estaba a punto de desaparecer. Freud se negó a abandonar Viena a pesar de los consejos de sus amigos extranjeros.

Hitler se apoderó de Austria, la anexó a su Tercer Reich que iba a durar mil años, y Freud, por ser judío y fundador de la escuela psicoanalista pasó a ser un enemigo. Su casa en Viena fue allanada. Sus hermanas, cuatro de ellas quedaron en Viena, murieron todas en los campos de concentración.

Fue gracias a la intervención de Marie Bonaparte, princesa de Grecia y Dinamarca, escritora y psicoanalista, Ernest Jones, su discípulo y biógrafo, que  Freud aceptó irse a Londres. Antes, el nazismo le hizo firmar una declaración donde aseguraba que había sido tratado con respeto por el régimen nazi.

Partió hacia Londres el 4 de junio de 1938. Estaba ya muy enfermo. Aquella membrana fetal que cubría su cabeza el día de su nacimiento, y sembró el augurio de buenaventura y prestigio, no lo protegió del mal. En 1923, tenía 67 años, le habían diagnosticado cáncer de paladar, provocado por otra adicción de Freud: los cigarros.

Murió en la medianoche del 23 de septiembre de 1939. Fue incinerado en Golders Green en la mañana del 26, ante un gran número de personas, entre ellas la entrañable Marie Bonaparte. Sus cenizas reposan en una de sus urnas griegas favoritas. Y a ellas se unieron las de Martha Bernays en 1951.


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