Un importante grupo de sacerdotes católicos alemanes realizaron una bendición masiva de parejas homosexuales en la histórica catedral de Colonia el miércoles 20 de septiembre por la noche ante una asistencia de unos 500 participantes, la mayoría de estos también homosexuales o activistas del lobby progresista lgbt.
La ceremonia también se usó como protesta contra el cardenal de Colonia Rainer Woelki, que se ha opuesto repetidas veces a la liberalización tan radical de la Iglesia católica alemana, y es también una señal de abierto desafío a los edictos del Vaticano.
En esta deplorable ceremonia, numerosas parejas de homosexuales fueron bendecidas, mientras la concurrencia ondeaba banderas arcoíris y cantaba el viejo tema de los Beatles «All You Need Is Love».
Un grupo de católicos consecuentes con la doctrina de la iglesia se manifestaron contra la ceremonia, e intentaron iniciar una protesta a un lado de la ceremonia, pero rápidamente fueron rodeados por radicales progresistas, que los intimidaron con gritos, abucheos y expresiones grotescas propias de estos colectivos.
La iglesia alemana va en un camino seguro y sin pausa a un cisma. Este evento se ha producido precisamente a unos días de iniciarse en Roma el llamado Sínodo de la Sinodalidad. Reunión de obispos convocada por el Papa, que será sin duda un fuerte embate, una embestida brutal de la revolución a la tradición dentro de la iglesia.
Lo que viene sucediendo en Alemania en hechos y declaraciones destempladas de un clero perdido y putrefacto, se convertirá en Roma en doctas propuestas de clérigos y teólogos ganados por la cháchara del ambientalismo, el progresismo más abyecto y todo aquello que querrán hacer para contentar al mundo, ahora que vencidos por ideologías perversas no tienen nada que ofrecer a las almas.
El Sínodo se celebrará en dos sesiones, con un año de diferencia: la primera del 4 al 29 de octubre de 2023, y la segunda en octubre de 2024. Durante todo un año se procederá con la demolición doctrinal de la iglesia.
La crisis que viene con el Sínodo no es el inicio sino el final de esta. Este desastre empezó hace seis décadas con el Concilio Vaticano II, cuando se destronó a Cristo y se abrieron las puertas a todo tipo de teologías. Hoy vivimos el epílogo de esa crisis.
Francisco no es el creador de todo este desaguisado sino uno de los resultados. Él es un hijo de la crisis. Su teología es la acumulación de tantos años de desvaríos de una iglesia antropocéntrica y errática que dio la espalda a la tradición cuando no al mismo Cristo.
Hoy solo nos queda resistir. Hoy que los vientos de la herejía y la apostasía mecen sin misericordia la nave de Pedro, miremos para atrás. Busquemos la verdad en la infalible tradición y aferrémonos a la promesa del Señor: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella…”