Fue asesinado por una facción interna de su movimiento que no le perdonó la suscripción de un tratado que dividió al país en 2 irlandas
Michael Collins es el nombre inglés de Mícheál Ó Coileáin, el artífice del controvertido acuerdo de paz con la Corona británica, el llamado Tratado Angloirlandés de 1921; una especie de estatus autonomista que fue el preludio de la independencia de Irlanda y que significó, al mismo tiempo, la ruptura con algunos condados del norte de la isla, de mayoría protestante y mayoritariamente leales a la Corona británica.
Los ingleses amenazaron a Collins con una guerra total si rechazaba el acuerdo, y este, consciente de que el Tratado abría la puerta a la independencia y de que el IRA (del cual había sido cabecilla y dirigido los servicios secretos) no estaba en condiciones de resistir las guerras contra los británicos, aceptó la propuesta.
Aquel tratado fue rechazado por el otro gran líder, nominal, de los independentistas irlandeses, De Valera, de ascendencia española, que había renunciado personalmente a negociar el Tratado y había delegado en Collins, entre otros.
La firma del acuerdo dio paso a la guerra civil irlandesa, que tuvo su punto de inflexión con el asesinato a tiros de Collins, cuando volvía de su pueblo natal de Cork, al sur de la isla, uno de los feudos de los partidarios de De Valera, quien, de hecho, no luchó en la guerra porque se había exiliado a los Estados Unidos en busca de apoyos económicos e internacionales.
Sin embargo, en síntesis, lo que de verdad generó más controversia entre los republicanos no fue tanto la separación de la isla (inevitable probablemente) o el nuevo statu político, sino la disputa simbólica sobre cómo se interpretaba un nuevo estatus que exigía jurar lealtad al rey inglés.
De Valera rechazó el acuerdo que creaba el Estado Libre de Irlanda en 1921 y fue designado comandante-líder de los elementos más radicales de Sinn Féin que exigían la total independencia y para toda la isla, a la vez que boicoteaban el parlamento irlandés que había aprobado el tratado.
DIVISIONISMO FATAL
Collins fue asesinado en una emboscada no por el ejército británico, al cual había combatido a sangre y fuego, sino por la fracción más radical del movimiento independentista y republicano irlandés.
Pocos años después, De Valera cambiaba de registro y se convertía en primer ministro del Estado Libre de Irlanda que había costado la vida a Collins, a la vez que combatía implacablemente al IRA. Lo cierto es que, con el paso de los años, la figura de Michael Collins se ha hecho enorme y la de De Valera se ha ido haciendo pequeña.
Las reyertas cainitas de las fracciones más radicalizadas de los movimientos de liberación nacional o de otro tipo contra el cuerpo central del mismo movimiento no son excepcionales. Hay un único presidente de Israel asesinado, Yitshaq Rabbín, y no fue ninguna organización palestina. En 1995 se convocó un mitin multitudinario en la plaza de los Reyes de Israel (hoy día plaza Yitshaq Rabbín) de Tel Aviv, con la finalidad de fortalecer el proceso de paz con los palestinos, donde un extremista judío lo asesinó de dos disparos en la espalda.
Los grandes movimientos de cambio y transformación son el fruto de la conjura y compromiso de una mayoría política y social, nunca de las fracciones más radicales ni de los puristas de las esencias patrias. Ganar pide asumir contradicciones y atreverse a avanzar sin miedo a ser rehén del vocerío y los palos de ciego de ningún extremo.
TRAYECTORIA VITAL
Michael Collins, conocido con el apodo de ‘The Big Fella’,fue uno de los personajes más importantes de Irlanda en el pasado siglo. Siempre se le recordará por su papel de líder revolucionario nacionalista y como figura esencial en los acontecimientos que terminaron por otorgar la independencia del país.
Nació en Clonakilty (West Cork) en 1890 y participó en el Alzamiento de Pascua de 1916, posteriormente en la Guerra de Independencia de Irlanda y por último en la Guerra Civil Irlandesa.
Llegó a ocupar cargos como el de Ministro de Finanzas de la República, Jefe de Inteligencia del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y Presidente del Gobierno Provisional y Comandante en Jefe del Ejército Nacional.
También formó parte de la delegación que negoció y firmó el Tratado entre Inglaterra e Irlanda con el que se puso fin a la guerra entre ambos países y se declaró el Estado Libre Irlandés (quedando fuera, como todo el mundo sabe, los 6 condados del Norte de Irlanda), hecho por el que Michael pronunció una de sus frases más famosas “He firmado mi propia sentencia de muerte” (no se equivocaba).
En agosto de 1922, cuando aún no había cumplido los 32 años, Michael Collins se dirigió hacia el sur con la esperanza de llegar a un acuerdo con los rebeldes ‘anti-tratado’ y poner fin a la Guerra Civil.
Desoyó los consejos que recomendaban no acercarse a la zona y, al parecer, también pronunció otra frase que quedará para la historia: “no me atacarán en mi propio condado” (se equivocaba).
El 22 de agosto, su convoy fue emboscado en Béal na mBláth, en la carretera entre Bandon y Macroom y, Michael Collins ‘The Big Fella’ fue asesinado de un tiro en la cabeza a no muchos kilómetros del lugar donde nació.
Su muerte conmocionó al país y cientos de miles de personas durante su funeral abarrotaron las calles de Dublín para despedir a uno de los últimos grandes héroes que ha dado Irlanda.
EL GRUPO SQUAD
A los irlandeses, cuando evocan sus años trágicos de la independencia, les gusta recordar las columnas volantes de Tom Barry, el sacrificio en 1981 de Bobby Sands y de otras huelgas de hambre de los presos protestantes del Ulster.
Por el contrario, prefieren olvidar otros episodios como la cruel guerra civil que ensangrentó el país de junio de 1923 a mayo de 1924 y que dividió a los nacionalistas entre los partidarios del tratado con el Reino Unido y aquellos otros que no querían aceptar la partición de la isla y el status de dominio británico.
En esta memoria selectiva hay otra historia que ha permanecido en el olvido: la del “Squad”, el grupo de terroristas organizado por Michael Collins en Dublín entre 1919 y 1922. Por suerte, en los años cincuenta quienes sobrevivieron a la aventura aceptaron contar sus recuerdos al servicio histórico del ejército irlandés, a condición de que sus testimonios no se hicieran públicos hasta su muerte.
Gracias a estos informes, por fin consultables, el periodista T. Ryle Dwyer ha escrito un libro con los testimonios de los asesinos del IRA. Una página alucinante de la historia irlandesa que es también un manual de uso del terror en política.
Michael Collins comenzó por organizar un servicio de información y de contraespionaje que reforzó rápidamente con especialistas en contrabando de armas y evasiones. Con el sobrenombre de Big Fellow, Collins reclutó a hombres de origen diverso, desde adolescentes nacidos en ambiente rural hasta dandis de guante y clavel a los que los soldados ingleses no se atrevían a pedir la documentación.
SU SERVICIO DE INTELIGENCIA
Financió sus actividades al mismo tiempo que las del Gobierno irlandés gracias a un empréstito público; tuvo tal éxito que hasta emisarios bolcheviques rusos acudieron a Dublin para pedir una limosna (lo hicieron con la garantía de las joyas de la familia imperial rusa).
Collins instaló sus oficinas -a través de las cuales le llegaban las ayudas- al abrigo de respetables instituciones financieras, pequeñas industrias o en bufetes de abogados. Lejos de las miradas, los voluntarios buscaban en la prensa el nombre de los oficiales ingleses y de los policías que participaban en las actividades públicas. Otros leían línea a línea el Quién es quién para descubrir la red de relaciones de sus potenciales objetivos.
Michael Collins reclutaba bellas mecanógrafas de la administración inglesa de Dublín (un procedimiento que usará medio siglo después el temible patrón de la Stasi germano-oriental, Markus Wolf).
Éstas hacían copias suplementarias de los informes que mecanografiaban, y se los pasaban a sus contactos. Collins conocía así la situación en Irlanda antes que el gobierno de Londres. Y lo que es más, un puñado de policías en el corazón mismo del dispositivo que los combatía ofrecieron sus servicios al IRA.
Collins llevó su osadía hasta el punto de penetrar en los archivos de la policía para comprender mejor el funcionamiento de la información inglesa. Le gustó especialmente leer su propio dossier; abandonó el lugar llevando consigo la lista de informaciones transmitidas a la policía durante la insurrección de Pascua de 1916. Sin sorpresa halló el nombre de muchos dublineses que después se reconvirtieron en el nacionalismo más puro.
CRUENTA GUERRA CIVIL ENSANGRENTÓ A IRLANDA
A lo largo de las semanas los asesinatos se multiplicaron. Los asesinos abandonaron el calibre 38 y comenzaron a utilizar el Colt 1911A1 de calibre 45, el que utilizaba el ejército americano, y que era mucho más potente. En diciembre de 1919 mataron en un tranvía a un consejero del Mariscal French, “lord gobernador” de Irlanda. Algunos días más tarde, cae en una emboscada el convoy del propio mariscal, aunque logró salir ileso.
Las duras pérdidas de noviembre de 1921 llevaron a los británicos a reorganizarse. En Dublín separan definitivamente a los irlandeses de la lucha contra el IRA y se nutren exclusivamente de lealistas, en su mayoría protestantes y franc-masones.
Esta precaución hizo que los trabajos de aproximación de los voluntarios del IRA fueran extremadamente difíciles. Para circular con mayor libertad por las calles de la gran ciudad, los ingleses encadenaban a rehenes irlandeses a sus vehículos, lo que frustraba las emboscadas del IRA. En el resto del país, los auxiliares multiplicaron sus exacciones y dejaron tras de ellos ciudades y pueblos en llamas y un gran número de cadáveres.
Sus efectivos, diezmados por los ingleses, se limitaban a tres mil hombres. Más de cinco mil voluntarios habían sido detenidos y 500 habían muerto. Los protagonistas de esta guerra subterránea no salieron indemnes de aquella orgía de muerte: muchos rechazaron someterse a la decisión del parlamento de aceptar los términos del tratado de paz anglo-irlandés. Estos maximalistas lo pagaron con su vida en la cruel guerra civil que ensangrentó Irlanda desde el 28 de junio de 1922 a mayo de 1923.