La extensión del agujero de ozono sobre el polo sur alcanza 20 millones de kilómetros cuadrados, pero sigue mostrando señales de recuperación gracias a esfuerzos ambientales globales.
Un nuevo informe de la NASA indica que el agujero de ozono sobre la Antártida ha alcanzado su extensión máxima de 22,4 millones de kilómetros cuadrados el pasado 28 de septiembre, lo que equivale a casi tres veces el tamaño de los Estados Unidos contiguos. Esta cifra destaca en el monitoreo anual, aunque representa una mejora en comparación con mediciones históricas, un indicio de que los esfuerzos internacionales para proteger la capa de ozono están dando resultados positivos.
La capa de ozono cumple un papel fundamental en la protección de la Tierra frente a la radiación ultravioleta, cuya exposición puede causar efectos adversos como un aumento en la incidencia de cáncer de piel, daños a los ecosistemas y reducción de la productividad agrícola. El agujero de este año es el séptimo más pequeño desde 1992, cuando empezó la recuperación a raíz de la firma del Protocolo de Montreal en 1987. Este acuerdo internacional exigió la eliminación gradual de los clorofluorocarbonos (CFC), responsables principales de la degradación del ozono.
Según Paul Newman, jefe del equipo de investigación de ozono de la NASA, el agujero actual es más reducido que en los primeros años de la década de 2000. Newman resaltó que las reducciones de ozono en las últimas dos décadas confirman que las iniciativas globales están logrando efectos positivos, pues los países han sustituido los químicos dañinos por alternativas más amigables con el ambiente.
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El decrecimiento de los CFC y la incorporación ocasional de ozono por corrientes de aire provenientes del norte han ayudado a minimizar el tamaño del agujero antártico. Los CFC se encuentran en productos como refrigerantes, aerosoles y espumas aislantes, y fueron ampliamente utilizados hasta la prohibición impulsada por el Protocolo de Montreal.
Stephen Montzka, del Laboratorio de Monitoreo Global de la NOAA, señaló que, aunque los avances son alentadores, la capa de ozono aún no está completamente restaurada. Para monitorear estos cambios, los científicos utilizan instrumentos en satélites como el Aura de la NASA, el NOAA-20 y el Suomi NPP, además de globos meteorológicos lanzados en el Observatorio Atmosférico del Polo Sur.
La comunidad científica espera que, si la tendencia de recuperación se mantiene, la capa de ozono podría alcanzar su estado óptimo hacia el año 2066, representando un hito significativo para la colaboración ambiental y la ciencia a nivel global.