Henrique Capriles
El sábado 23 de febrero, el régimen usurpador de Nicolás Maduro y sus cómplices decidió llegar a un extremo del cual sólo han sido capaces las dictaduras más cruentas.
Una persona capaz de ordenar o de permitir que quemen comida y medicamentos destinados a un Pueblo que está muriendo de hambre y que no tiene cómo atender a sus enfermos es un miserable. Si además manda o permite asesinar a quienes están cuidando que ese alimento y esos remedios lleguen a quien los necesita, no puede ser definido de otra manera como criminal, como delincuente.
El sábado dieron la orden de asesinar a nuestros indígenas, porque no pudieron soportar verlos acompañando la ayuda humanitaria y liberados de la extorsión de hambre y miedo con la que los usurpadores llevan años tratando a nuestros pueblos originarios.
El sábado tuvieron que contratar asesinos a sueldo y activistas armados, porque no tienen a nadie que los defienda y las tropas que mandaban han decidido empezar a reconocer que estar con el Pueblo es estar con la Constitución.
El sábado asesinaron, destruyeron y mintieron de una forma flagrante y descarnada. El sábado hicieron todo lo que pudieron para promover el escenario para la violencia que desean. El sábado excedieron sus propios niveles de crueldad.
Y aun así, lucen desesperados, perdidos, fracturados. Saben que están siendo derrotados por el Bravo Pueblo y por la difícil pero sostenida acción que ha decidido llevar adelante el Presidente Encargado Juan Guaidó y los diputados de una Asamblea Nacional legítima, que cuenta con el apoyo popular que ellos ya no tienen.
Hoy en Miraflores están viendo cómo el Poder se les escapa de las manos.
En cada voluntario que decide salvar la ayuda que carga consigo, en cada uno de nuestros hermanos del Pueblo pemón que nos defiende y en cada venezolano que piensa y apoya esta lucha, donde quiera que esté, hay razones para que quienes siguen secuestrados por el miedo vean que existe una visión de país donde estamos dispuestos a todo por ellos y por nuestra Venezuela.
Nicolás Maduro decidió sepultar al chavismo, exponiendo al mundo entero que la cleptocracia que lidera ya empieza a comportarse como las tiranías cuando están a punto de caer.
Al mismo tiempo, el régimen usurpador les está bloqueando las pocas puertas de salida viables a quienes lo acompañan. Esos lamentables sucesos del sábado en Ureña, San Antonio y Santa Elena dejan a varios por fuera de una posible Amnistía que les fue ofrecida.
El sábado Maduro puso fragatas para acorralar y apuntar contra un barco que sólo llevaba alimentos y medicinas. Un ejemplo de sus errores más graves: ir contra una ayuda que ha sido recogida pensando en quienes hoy son unas víctimas de las erráticas y fallidas políticas públicas de estos últimos años.
Se les cayó toda la matriz de opinión que regaron, diciendo que con la ayuda humanitaria entraría el ejército estadounidense u otra fuerza extranjera. Eso sí: el sábado llevaron a cabo acciones de las cuales deberán hacerse responsables. Desde atacar ayuda humanitaria hasta disparar contra otras personas en territorio extranjero.
Se trata de acciones prohibidas por varias convenciones y acuerdos internacionales. Aun así, Nicolás Maduro las ha violado de manera flagrante y eso tendrá consecuencias.
Es muy probable que sean más crueles mientras más acorralados se sientan, pero también sabrán que están más y más cerca del desenlace. Muchos ya saben que tienen el tiempo contado. Incluso, algunos han decidido quedarse en el extranjero, llevarse a sus familias y ni siquiera asomarse por aquí. Eso tiene que leerse como un síntoma claro.
Hasta ahora, el régimen usurpador no ha tenido otra opción que reaccionar a las acciones que se han puesto en marcha de este lado. Desde hace rato no pueden colocar sus matrices de opinión. Y cuando eso pasa, siempre optan por sembrar la desesperanza y las falsas expectativas.
Una de las más grandes fortalezas que han tenido las fuerzas democráticas durante este último mes ha sido controlar la agenda política y determinar su alcance.
No nos salgamos de ahí: es momento para que la fe vaya de la mano con la disciplina política.
Así que hablemos de lo que viene.
No se puso un día D, ya lo hemos dicho, sino objetivos políticos claros. Incluso, fue Juan Guaidó quien dijo que si la ayuda no entraba el 23, entonces lo haría el 24, el 25… o cuando fuera posible gracias al empeño de nuestra gente. Así que nada de ceder al aparato de propaganda usurpador, cada vez más desgastado.
¡Haremos que termine de pasar la ayuda humanitaria! Es una lucha difícil y cargada de obstáculos, pero valdrá la pena, porque en cada una de esas cajas hay razones suficientes para poner empeño. Muchos hermanos dependen de que esta ayuda llegue a sus manos.
¡Y entrará como sea! Camiones. Puentes. Trochas. Ríos. Mar. Aire. En todas las fronteras de Venezuela hay gente dispuesta a hacer que esto pase y llegue a quienes lo necesitan.
Es necesario estar atento a la próxima agenda de acciones que deberemos llevar adelante a lo largo y ancho del país. Y actuar coordinados y siendo lo más eficaces en cuanto al alcance de nuestras acciones. Es una responsabilidad de todos y no sólo del liderazgo político.
Siento la necesidad de hacer ver que la razón y la verdad está de nuestro lado. Y este dolor profundo que sentimos por tantos hermanos asesinados durante toda esta lucha debe se convertido en un estímulo poderoso para seguir adelante.
Luego de haber recorrido el país entero en muchas oportunidades y dedicar mi vida a servir a nuestro Pueblo, hago un repaso y me siento muy animado de saber que tanta brega y tanto empeño en construir una mayoría muy pronto cumplirá su objetivo superior; hacer realidad el sueño y ver cambiar a nuestra amada Venezuela y que puedan empezar a regresar tantas personas que se fueron.
Me siento muy orgulloso de ver a un joven liderazgo político decidido y empujando acciones históricas que llevarán a la caída de la dictadura, al cese de un Estado fallido, al fin de la usurpación que nos va a conducir a una transición y luego a unas elecciones libres y democráticas.
Tenemos al frente de la lucha una generación valiente y firme. Han tenido la gallardía y el aplomo para volver a despertar la esperanza en la gente y nosotros tenemos que defender ese derecho a imaginar un país mejor que tiene el Pueblo venezolano, pero sobre todo poner nuestra fuerza en hacerlo posible, en transformarlo en realidad.
Ya las cartas están echadas: el cambio avanza y es indetenible. Ni los violentos ni los dueños del miedo podrán contra este Pueblo que se levanta y que no quiere más tiempo de tragedia.
¡No asesinarán a la Esperanza! Vamos juntos por la Libertad y la Democracia.
Somos más y estamos decididos a que Venezuela sea una nación próspera.
¡Qué Dios bendiga a nuestra tierra!