Sergio Tapia T.
El miércoles 19, casi dos tercios del Congreso otorgaron la cuestión confianza al Presidente del Consejo de Ministros (PCM), quien permanecerá con todo su gabinete ministerial.
El resultado ha sido fruto de la lucha política visiblemente encabezada por el presidente Martín Vizcarra contra el fujimorismo parlamentario. El presidente, esta vez, ganó.
El fujimorismo no es la derecha (desde su inicio gozó de la simpatía de las izquierdas), ni es conservador; tampoco es reaccionario (es decir, reformador, en el sentido establecido por José de la Riva Agüero).
La postura político-ideológica del fujimorismo puede discernirse por sus emprendimientos gubernamentales: Derrotó el poder sindical y el accionar terrorista sostenido por las variadas conformaciones partidarias de los comunistas peruanos; aplicó políticas públicas aconsejadas por el liberalismo renovado de entonces, que requería para su aplicación concentración de poder y autoritarismo; desestatizó la sociedad y la economía peruana.
El fujimorismo es un liberalismo anticomunista. Lo que explica el acercamiento de algunas personalidades de la derecha capitalina, del conservadurismo provinciano, así como de alguno que otro reaccionario. También explica el acercamiento por simpatía de algunos sectores empresariales y cuadros profesionales, desprovistos de pensamiento político por su pragmatismo. Sin embargo, otros optaron por permanecer alejados del fujimorismo, porque no se sintieron convocados por diversas causas: por la militancia partidaria opositora, por el rechazo al autoritarismo fujimorista, y por los escándalos de corrupción habidos durante el decenio gubernamental fujimorista.
Contra la opción del fujimorismo, en el 2011 y el 2016, el electorado peruano fue proclive a experimentar gobiernos de las más extremadas formulaciones ideológicas, desde el abismo extremista irresponsable de las izquierdas encarnadas en Ollanta Humala, hasta la humorada, la falta de seriedad y el cretinismo de Kuczynski.
El presidente Vizcarra en sus primeros meses de gobierno, no quiso dar tregua al parlamento fujimorista. Planteó una cuestión de confianza, deficientemente solicitada porque el Presidente no es el sujeto legitimado para pedirla, los arts. 132 y 133 de la Constitución sólo facultan al PCM con su gabinete, y a cada ministro individualmente. Además, el presidente convocó a legislatura extraordinaria, pero estando el Congreso reunido en legislatura ordinaria, lo que contraviene el art. 131 de la Constitución. Tal acumulación de infracciones constitucionales podrían producir la vacancia presidencial, pero a Martín Vizcarra no le ha generado ilegitimidad, sino consenso popular favorable, aunque su naturaleza sea efímera, le ha brindado seguridad que ha sabido capitalizar.
De otro lado, las decisiones adoptadas por el gobierno atropellan el orden natural y cristiano, la moralidad y las buenas costumbres, y hasta derechos constitucionales innegables, como el respeto a: la patria potestad y los derechos de los padres de familia, la libertad de enseñanza, los fines de las instituciones educativas que los padres tienen derecho a escoger para sus hijos, la identidad del estudiante y al buen trato psicológico.
La naturaleza invasiva de la ideología de género, que tanto embriaga a muchos cuadros del gobierno, les ha conducido a la innecesaria derogación de la ley del año 2005 sobre políticas públicas para el desarrollo de valores al interior de las familias, que el gobierno consumó el 12 de setiembre, y de la que en algo ha tratado de controlar daños, con las correcciones del día 16. Pero, es evidente que incurrió en exceso e ilegalidad, en el uso de la facultad de la legislación delegada, que le fue confiada hasta el 17 de setiembre.
En esta oportunidad el Ejecutivo midió fuerzas, y ganó la partida. Ha sido un rédito para el conglomerado de las izquierdas –las caviares y las leninistas–, que persisten con terca voluntad en disolver el Congreso, por el solo hecho de su composición mayoritariamente fujimorista.
Pero, la confrontación político-partidaria e ideológica continuará. Una lástima que el Presidente Vizcarra sea objeto de una reducción a medio instrumental, para los afanes caviares. Como lamentablemente también lo fue Kuczynski.