Ejemplar operación Chavín de Huántar (II parte)
Nuevos detalles sobre los 126 días de cautiverio de los 72 rehenes que pusieron en vilo al país y el mundo entero.
La mañana del miércoles 18 de diciembre de 1996 todos corrían a encender la TV y otros a los quioscos de periódicos para conocer más detalles sobre la toma de la Residencia del Embajador Japonés en Lima por el MRTA. No fue una pesadilla, el mundo entero ya informaba al respecto.
Tras liberar a las mujeres y a los que no consideraban “importantes” para negociar sus exigencias, los terroristas se quedaron con 72 rehenes. Entre ellos el canciller Francisco Tudela y el ministro de Agricultura Rodolfo Muñante, quienes fueron testigos presenciales de las exaltadas personalidades de Cerpa Cartolini y sus secuaces.
El calor veraniego ya se sentía en la capital, así como la incertidumbre de lo que pasaría al día siguiente y por el saber qué es lo que haría el gobierno de Alberto Fujimori para lograr su libertad.
Entre las primeras consecuencias de este acto terrorista estuvo el desplome de la Bolsa de Valores de Lima, la baja en la aprobación de Fujimori –de 75 % a inicios de 1996 al 40 % cuando estalló la toma de rehenes– y el terror generalizado en las calles por un posible regreso de la subversión que se creía derrotada en ese momento.
Como lo recuerdan recortes periodísticos de la época, entre las principales demandas de los emerretistas estaba la liberación de 465 de sus miembros de las prisiones en todo el país, una revisión de las reformas gubernamentales neoliberales de libre mercado, terminar con el programa de asistencia extranjera de Japón en Perú y el rechazo a lo que consideraron condiciones crueles e inhumanas en las cárceles peruanas.
HABLA FUJIMORI
Cuatro días después de la incursión terrorista a la residencia diplomática, el presidente Alberto Fujimori se pronunció en Tv nacional a todos los peruanos. Fue el domingo 22 de diciembre, dos días antes de la Noche Buena, cuando el jefe de Estado tildó de “repugnante” la acción emerretista y se negó a cualquier tipo de negociación con ellos.
A la par, el MRTA varió su discurso –al inicio radical– y anunció que iba a soltar a algunos prisioneros más, pues antes ya lo había hecho. Las cosas seguían sin un panorama claro para todos.
En el pronunciamiento de 4 minutos de duración, Fujimori subrayó, no obstante, que la única solución que aceptará su gobierno es que los terroristas depongan las armas ante una comisión de garantes y liberen a todos los rehenes, sin excepciones.
Algunas imágenes difundidas por medios de televisión locales y la prensa extranjera daban cuenta de la preocupación en el rostro de algunos que se asomaron a las ventanas de la residencia diplomática. Uno de ellos fue Tudela, para los emerretistas el personaje con más “peso político” que mantenían como rehén.
Frente a ello, el presidente Fujimori nombró un equipo para que sostuviera conversaciones con el MRTA, que incluyó al embajador canadiense Anthony Vincent, quien había sido brevemente rehén, el arzobispo Juan Luis Cipriani Thorne y el entonces ministro de Educación Domingo Palermo Cabrejos. Estas supuestas negociaciones, sin embargo, se cayeron en enero.
El 10 de febrero, Alberto Fujimori viajó a Londres, a donde viajó para “encontrar un país que diera asilo al grupo del MRTA”. Uno de los países que estuvo a punto de ofrecerse para recibir a los terroristas fue Cuba, pues –según información de esos tiempos– el propio jefe de Estado peruano habló con Fidel Castro.
DUDOSAS POSICIONES
El sacerdote jesuita Juan Julio Wicht permaneció en cautiverio voluntariamente, a pesar que los terroristas habían considerado su liberación entre los primeros grupos beneficiados.
Javier Diez Canseco, desaparecido representante de la izquierda, estuvo entre los 38 rehenes que fueron liberados poco después de la toma de rehenes. Él defendió al MRTA e hizo un llamado para que el gobierno negociara un acuerdo. Diez Canseco dijo que los secuestradores tenían entre “18 y 20 años de edad, quizás 21… Son un grupo de fuerzas especiales, comandos. Creo que son jóvenes que quieren vivir. No quieren morir”.
Otro que intentó abogar por ellos tras ser liberado fue Alejandro Toledo. Este dijo a los cuatro vientos que los emerretistas querían una amnistía que permitiría a sus miembros participar en la vida pública. Agregó que una incursión de rescate sería infructuosa al advertir que los emerretistas estaban “armados hasta los dientes”.
En cuanto al aspecto diplomático, el canciller japonés, Yukihiko Ikeda, y el máximo representante diplomático de Malasia llegaron al Perú preocupados por los prisioneros. (Continuará)
EL FACTOR CIPRIANI
Uno de los personajes designados por el Gobierno para buscar una salida a la toma de rehenes fue el cardenal Juan Luis Cipriani. Este intentó infructuosamente llegar a un acuerdo con el MRTA para liberar a los rehenes, reuniéndose incluso con Cerpa Cartolini.
“Las cosas eran sumamente complicadas. Recuerdo en pocas palabras unos rehenes, todos ellos con un carácter de mucha valentía y de unidad entre ellos (…) “Al mismo tiempo, un grupo del MRTA muy endurecido en su posición de no querer negociar apenas nada”, recordó hace un tiempo el Arzobispo de Lima.