La historia no contada del Andahuaylazo (Capítulo III)
Fue así cómo la gente de Antauro Humala incurrió en dependencia policial.
Tras haber reducido al centinela, el policía José Efraín Berrocal, los etnocaceristas toman la comisaría. En esos momentos, un valiente efectivo arroja dos bombas lacrimógenas, situación que fue aprovechada por Berrocal para zafarse de sus custodios y usa una radio del vehículo del comisario que estaba en el patio para pedir ayuda.
La llamada de auxilio fue recibida por los patrulleros PO-33, PO-34, PO-35, P0-37 y PO-38. Berrocal repetía desesperado que la comisaría era asaltada y requerían ayuda.
Disipado el humo blanco de las bombas lacrimógenas, los etnocaceristas vuelven a tomar el control de la situación y, con empujones, golpes e insultos, sacaron a los policías hacia el exterior del local, los juntaron y los apuntaron con sus armas.
Luego, colocaron a su alrededor varias cajas de cerveza, así como algunas botellas vacías y gritaban que los habían encontrado “borrachos”, que eran una vergüenza y que esa es la policía del “corrupto Toledo”.
Cada cierto tiempo llegaban más policías atraídos por la noticia de que estaban asaltando la comisaría, pero se confundían con los uniformados que estaban en el exterior del local. Al acercarse eran reducidos, los despojaban de sus armas, uniformes y pasaban al grupo de rehenes.
El SOT3 PNP Rolando Escobar Estrada, agente que trabajaba en la oficina de inteligencia de la comisaría, también caería como rehén.
EL COMISARIO
El comisario era el mayor PNP Miguel Ángel Canga Guzmán. Esa noche, durante el asalto, no estaba en el local. A las doce había reunido a los 45 policías que trabajaban bajo su mando, así como a algunos oficiales que habían ascendido para un brindis por Año Nuevo. Mandó comprar dos cajas de cerveza y alrededor de la una de la madrugada decidió terminar con la reunión porque había servicio que cubrir con motivo de la fiesta costumbrista.
Todos se retiran de la comisaría, a excepción de los que cubrían servicio y de los que pernoctaban en el segundo piso, donde había dos ambientes destinados a los dormitorios de oficiales y subalternos, la mayoría solteros, y que también eran usados por los policías que llegaban a la zona de visita o para pasar revista de armamento.
Después del ágape, algunos se fueron a cubrir servicio en la verbena del Niño Jesús de Praga de Andahuaylas, fiesta patronal-costumbrista que se desarrollaba en la Plaza de Armas.
Esta celebración dura tres días y la Policía colabora en la seguridad con personal de a pie y en patrulleros. Otros se fueron a sus casas o a continuar con la celebración con amigos o vecinos.
Es así que cuando la comisaría es asaltada por los etnocaceristas, haciéndose pasar como soldados del Ejército que patrullaban la zona, el comisario se encontraba en la tienda de su cuñado, Arturo Coronado Arenas, ubicada a cinco cuadras de la Comisaría. Ahí escucha varias detonaciones pero se le cruza por la mente la idea de que eran pirotécnicos lanzados en la Plaza de Armas de Andahuaylas.
Sin embargo, a los pocos minutos aparecen los suboficiales Edgar Gavino Rodríguez, Gregorio Rodríguez Chacaltana y Gregorio Cruz Gutiérrez, quienes agitados y nerviosos le dicen que la comisaría había sido asaltada por soldados del Ejército.
Inmediatamente, los cuatros abordan un mototaxi y se dirigen a la comisaría, pero antes de llegar a la puerta son interceptados por un grupo de etnocaceristas, quienes los hacen bajar.
El Suboficial Gavino, que estaba colgado de la parte de atrás de vehículo, logra escabullirse y emprende una loca carrera, sorteando los balazos que disparaban los etnocaceristas. En su fuga se encuentra con dos compañeros policías.
Los tres deciden correr por varias cuadras y abordan un mototaxi para dirigirse hacia el Cuartel de Ingeniería del Ejército Peruano, ubicado a dos kilómetros, con la finalidad de avisarles, pero cuando están aproximándose al cuartel observan que a la altura de la puerta principal, se habían estacionado dos patrulleros de la Policía.
Se detienen y se esconden porque tenían temor de que ya los etnocaceristas habían tomado también el cuartel del EP. Estando escondidos, ven pasar a los patrulleros y deciden seguirlos, observando que los ocupantes eran etnocaceristas.
Entonces, deciden dirigirse a la casa del Técnico Barraza, quien les facilita su teléfono y se comunican con el Capitán Villafuerte, comisario de San Jerónimo, quien les ordena que se replieguen a su comisaría.
Cuando el Mayor Canga llega a su comisaría, se dio con la sorpresa de que los asaltantes regresaban de nuevo al local bien apertrechados, tenían fusiles FAL, HK-G3,AKM, pistolas y revólveres .
Al parecer, venían del Cuartel Los Chancas hacia donde habían ido previamente, pero tuvieron que regresarse. Algo sucedió por lo que no pudieron concretar su objetivo: el apoyo y levantamiento de los soldados y la oficialidad del Cuartel Los Chancas del EP.
(CONTINUARÁ MAÑANA)