La expresión saqueo conlleva temor, miedo y riesgo de perder la propiedad o de ser linchado o lesionado gravemente por una turba que no respeta la ley ni la autoridad, y donde la autoridad está ausente o ha sido notoriamente desbordada. Hace algún tiempo, cuando en Nueva York la policía se declaró en huelga, hubo una noche de terror en donde ciudadanos pacíficos y comúnmente ordinarios, que todos los días van a su trabajo y cumplían con su deber, se dedicaron al saqueo en diversas tiendas y comercios en las principales calles de la gran manzana.
Más o menos lo mismo hemos visto el martes en diversos puntos del país, en donde nuestra policía ha sido desbordada, la autoridad no ha estado presente y no ha habido refuerzo alguno de las fuerzas armadas para poder contener a turbas que se han dedicado al robo, la destrucción y el saqueo. Más o menos lo mismo que el 5 de febrero de 1975 cuando un sector de la policía peruana también se declaró en huelga, hasta que llegó la represión militar a sangre y fuego.
Esto ocurre, principalmente, porque el actual gobierno -en poco más de ocho meses- ha sido notoriamente incapaz de generar la necesaria autoridad en cuanto a la seguridad ciudadana. Ineficiencia y mediocridad han sido, además, el nefasto condimento al resultado que ha obtenido en estos días.
Varios ministros se han sucedido en la cartera del MININTER, algunos francamente impresentables, y varios comandos en la Policía Nacional también se han sucedido sin solución de continuidad, buscando no a los mejores oficiales sino a aquellos serviles que generen mera lealtad al poder de turno. ¿Conocimiento de la álgida problemática de la seguridad ciudadana? Cero.
Las consecuencias las estamos padeciendo ahora. La mediocridad, la incapacidad y la improvisación traen como consecuencia que esa obsecuente lealtad al poder de turno se vea claramente desbordada cuando se presentan situaciones de verdad. Es decir, cuando la policía tiene que enfrentar situaciones de crisis, de violencia social, o de latrocinio o es desbordada, o simplemente se manifiesta incapaz de llevar planes operativos esenciales para la protección de la ciudadanía y el cumplimiento de la ley, la mediocridad y la incapacidad nos pasan factura. Y con gran crudeza y costo en vidas humanas, costo social y costo económico.
Eso es lo que ha ocurrido. Al haber optado por la mediocridad al haber abandonado la esencial meritocracia en la búsqueda de la excelencia de los funcionarios públicos, y concretamente de los funcionarios encargados de la seguridad del país y la seguridad ciudadana, ha traído como consecuencia esta incapacidad policial para contener turbas que no han hecho otra cosa que dedicarse al saqueo y la conmoción social.
Pero la solución ha sido peor que la enfermedad. El absurdo confinamiento obligatorio por 24 horas dictado por el gobierno, producto de alguna asesoría febril y una pésima lectura de la realidad, ha traído como consecuencia la consolidación de una protesta social muy grande en contra del actual gobierno y su bochornoso retroceso con mano temblorosa en plena sesión ante el Congreso.
Lo que no se pudo lograr bajo la admonición de la vacancia, ni por el mismo hecho del apoyo de algún sector político al indulto a Fujimori, ha traído a nuestra ciudad una gran movilización social como protesta cívica frente al confinamiento obligatorio y absurdo por parte del gobierno, pretendiendo obligar a la ciudadanía a que no salga de sus casas para que no se manifieste y evitar de esa manera la protesta social contra el gobierno.
Finalmente, la anomia que nos rige se ha impuesto. La gente ha salido a manifestarse dando la contra la inamovilidad social, y la manifestación ha sido tan grande como aquellas que sucedieron cuando se opusieron al gobierno de Merino, teniendo que renunciar y ceder la posta.
Parece que los del martes 5 de abril ha sido el principio del fin, y que lo de hoy es la continuación de una manifestación política y social que no va a cesar hasta que el gobierno cambie de manera radical en el manejo en los destinos del país. Cuál será ese cambio y hasta dónde llegará el mismo, es algo que descubriremos en un futuro muy cercano.
(*) Jurista. Profesor Principal PUCP.