Hace algo más de dos décadas, es decir a principios de siglo, cuando fuera ministro del interior el hoy congresista Fernando Rospigliosi, diseñó y ejecutó una campaña de respaldo a la Policía Nacional del Perú, a la que se denominó “A la Policía se le respeta”.
Rospigliosi comprendió que para luchar contra la delincuencia se requería que nuestra Policía gozara del aprecio y consideración pública, así como del respeto de la ciudadanía, pues sin ellos era difícil enfrentar el endurecimiento de la delincuencia y el crecimiento y gravedad de los actos criminales.
La campaña fue exitosa pues los ciudadanos de bien en la práctica se convirtieron en protegidos, pero al mismo tiempo, protectores de la Policía. Penosamente una campaña tan bien ideada y con excelentes resultados no fue continuada por los ministros del interior que sucedieron a su impulsor.
Hoy todo el mundo se queja de la inseguridad en nuestras localidades urbanas, pero también en las zonas rurales, pues la delincuencia ha ido escalando hasta a niveles nunca antes visto, a lo que se suma el enojo ciudadano con la Policía por las carencias de seguridad.
Lo cierto es que la Policía no puede hacer milagros y menos careciendo del apoyo de la población, por lo cual es necesario que recobre el prestigio de antaño y pueda hacer sus tareas con eficiencia.
Todo el mundo quiere meter su cuchara en lo que tiene que hacer la Policía para resguardar el orden y luchar contra la delincuencia y la criminalidad organizada, pero olvidan que los policías son profesionales, que existen escuelas de policías, tanto de oficiales como de suboficiales, en donde se les da el conocimiento y entrenamiento para sus elevadas funciones.
Se entiende la preocupación ciudadana, por supuesto que si, pero no olvidemos el antiguo aforismo “muchas manos en un plato causan garabato”. Exhortemos si, a quienes son conocedores del tema, por haber conducido a nuestra Policía, a que puedan formar un consejo de consultoría o asesoramiento, para que con su experiencia pueda mejorar el rendimiento de nuestra institución policial, a la que también debe dotársele de las herramientas indispensables para que cumpla con su cometido.
Recientemente quien fuese dos veces ministro del interior, general Gastón Rodríguez, señaló con razón y también con energía, de algo en que ya habíamos coincidido, como es el hecho que nuestros fiscales y jueces estén denunciando y procesando por “quítame esta paja” y, con juicios interminables, casi perpetuos, a nuestros valerosos policías, que ante la agresión criminal tienen que responder y actuar con las armas que les ha proporcionado nuestra Nación.
Hay jueces y fiscales -y lo reiteramos nuevamente- que están incumpliendo con las reglas contenidas en el artículo 20 del Código Penal, en que se relaciona las causales de inimputabilidad, muchas de las cuales exoneran de responsabilidad penal a los policías que actúan en cumplimiento de sus reglamentos y órdenes recibidas. Esto es fundamental, antes que estarse quejando de inacción policial, muchas veces debido al temor de los procesamientos penales.