No tengo duda alguna que los peruanos somos a prueba de balas, no nos amilanamos y superamos las vicisitudes, adversidades y complejas situaciones, que sea la sociedad o la naturaleza nos desafían. Con toda la razón don Jorge Basadre nos repetía que el Perú es más grande que sus problemas, refiriéndose no solamente a lo generoso que el Altísimo ha sido con nuestra patria, sino del temple que nuestros compatriotas tienen para enfrentar los retos.
Decía quien fuera congresista de talla, Juan Carlos Eguren que nos han caído siete plagas, entre nacionales e internacionales, como son la crisis política, la social, la ambiental, la económica, la moral, la geopolítica y la ideológica.
Respecto a la crisis política, agregaríamos que ella se da con especial énfasis durante el desgobierno y golpe de Estado fallido de Pedro Castillo. Hemos tenido insólitamente la sucesión de presidentes de la República con un promedio de un presidente por cada uno de los últimos siete años.
Respecto a la crisis social, agregaríamos que las protestas que por más legítimas que pudieren haber sido se deslegitimizan con la violencia, vandalismos y agresión a las fuerzas del orden, con deplorable saldo de pérdida de vidas, lesionados y destrucción de bienes públicos y privados con grave perjuicio a la paz social.
La crisis ambiental o climática, está graficada en los estragos ocasionados por el ciclón cuyo nombre no quiero recordar y que se agravará con un nuevo fenómeno del “Niño costero”. Todo ello también con pérdida de vidas, destrucción de vías, desembalses, inundaciones con daños a la salud por las epidemias, aunque también la indignación de no haberse hecho las necesarias acciones de prevención que era menester.
La crisis económica es consecuencia de todo lo anterior, pues cuando se atenta contra la tranquilidad y paz social, se pierde confianza y ello conduce a reducción de inversiones, pérdida de puestos de trabajo, mayor desocupación y pobreza, con reducción de la recaudación tributaria y la posibilidad de incrementar la obra pública.
La crisis geopolítica, transparentada en la guerra entre Rusia y Ucrania, tiene efectos globales en la economía, ante la reducción del intercambio comercial y la generación energética, entre otras consecuencias que también nos alcanzan.
Respecto a la crisis moral, se manifiesta con mayor expresión en la corrupción, en que hay quienes acceden a las posiciones públicas, no para ayudar al país sino para beneficiarse con dineros mal habidos, lo que significa menores recursos para que el Estado cumpla con sus obligaciones. Esto se agrava con la parsimonia del sistema judicial, que se demora una eternidad en sus actuaciones.
Por último, la crisis ideológica, en que quienes creen en la Democracia y en las libertades, no hemos sido lo suficientemente eficientes en difundir sus bondades, con lo cual los rojos de ayer y de hoy ganan espacio y elecciones y, toman las riendas de nuestros países. Es un imperativo de hasta subsistencia, hacer que los ciudadanos abran los ojos y no se dejen engañar.
Lo importante es que hay casta, hay fortaleza y también solidaridad y que, pese a los infortunios, saldremos adelante. ¡Si podemos!