Horrorizados hemos visto en medios de prensa y en redes sociales, la agresión de la que fue víctima en un establecimiento de diversión ubicado en el distrito de Barranco, la señora Patricia Chirinos y su acompañante.
No importa si la víctima del enfado colectivo es o no congresista, ello es accesorio. Se trata de un ser humano que ingresó a un establecimiento abierto al público y que en lugar de pasar un rato agradable fue vilipendiada por gran parte de los asistentes, los que con gritos y también insultos, obligaron a que ella y su acompañante tuviese que retirarse del local.
Como lo advertimos en escrito de hace un buen tiempo, los avisos que la legislación obliga a colocar a los establecimientos públicos, en el sentido de que “En este local no se permite la discriminación” así como “En este recinto está prohibido el acoso” e infinidad de otros avisos, sea de aforo, sea de prohibición de fumar y muchos otros etcéteras, en la realidad no sirven para impedir chillidos escandalosos y frases ofensivas. En buen romance, sirven de poco o no sirven para nada.
Lo peor es que la agresión no se limitó a lo oral, sino que uno de los visitantes del local, le lanzó a la señora a la que nos referimos un vaso que de llegarle a la cara, que era adonde estaba dirigido, le habría infligido una herida de consideración.
Como en muchas otras ocasiones, estamos frente a un hecho de masas que actúan sin razonabilidad, llevados por alguien que manipula y los demás como borregos los siguen con duras expresiones que constituyen agravios.
No se trata de emular a los actores de “Fuente Ovejuna” de Lope de Vega, pues ellos actuaban con propósitos legítimos que, a diferencia de lo acontecido en el local barranquino, de vivir en nuestros tiempos Lope de Vega, probablemente hubiera escrito “Fuente Borrerga”.
La sicología de masas nos sigue dando ejemplos, aunque penosamente malsanos, siendo vergonzoso que personas que aparentan provenir de familias tradicionales y respetables, que probablemente hayan asistido a colegios de fuste, se hayan comportado como salvajes.
Puedo recordar cómo se educaba antiguamente en nuestros hogares, en que los padres insistían en recordar que “a las damas ni con el pétalo de una rosa”, lección que pasaba de generación en generación.
Es indispensable adicionar a la educación que se recibe en el hogar, lecciones de educación cívica, cursos formativos como lógica y ética, pero también de urbanidad y buenos modales. El Manual de Manuel Antonio Carreño va a tener dentro de unos años, dos siglos, ya que fue editado por primera vez en el año 1853, pero muchas de sus enseñanzas hasta ahora son valederas y deben releerse e incluso ser adaptadaas a las costumbres -las buenas por cierto- de nuestros tiempos.