Por: Antero Flores Araoz / Ni se lo crean, el título de esta columna no es para criticar la labor que viene desarrollando EsSalud en pro de la salud de los asegurados y de sus dependientes, pues ella es muy destacable, incluso con una seria planificación materializada en su Libro Blanco.
Cierto es que los servicios que otorga aun no son satisfactorios, pero no se puede alcanzar excelencia en poco tiempo y, menos cuando las deficiencias han sido de larga data e incluso con recursos que le han sodo absurdamente recortados, como la supresión de aportes por las gratificaciones de julio y diciembre, como si ellas no fuesen retributivas.
En los últimos tiempos, sea con servicios directamente efectuados o contratados con terceros, se ha mejorado la atención de los asegurados, siendo pertinente recordar el progreso en las urgencias y, la ampliación de sus tareas en la emergencia sanitaria que se afronta por el COVID 19. Se ha hecho también funcionar instalaciones temporales en tiempo récord y, hasta en localidades lejanas a la capital de la República.
Todo lo antes expuesto, puede ser interrumpido con la aprobación en el Congreso, de proyecto de ley por el cual, con título rimbombante digno de mejor causa, señala que la norma será para el ascenso automático en el escalafón, cambio de grupo ocupacional y de línea de carrera y, cambio del régimen CAS al de trabajo permanente. Se trata en la práctica de médicos, enfermeras, tecnólogos, técnicos y auxiliares de enfermería, entre otros, convirtiendo a la meritocracia que promueve el Estado en mera ilusión.
Toda la colectividad reconoce los esfuerzos denodados del personal asistencial, administrativo y de servicios de EsSalud, que viene realizando durante la pandemia que nos afecta. Exponen sus vidas e integridad personal para atender a los pacientes infectados, para que puedan recuperarse y regresar a sus actividades habituales. Empero, el reconocimiento no tiene porqué ser poniendo en peligro la estabilidad económica de
la Institución, que ya tenía problemas para atender a asegurados y familiares en tiempos normales, para que encima se le imponga más obligaciones económicas
que tendrán consecuencias en los servicios.
Irresponsablemente, aunque con “buen corazón”, se trata de hacer ascensos automáticos, los que por un lado implican mayores costos, aunque con menos recursos, por la morosidad que significará en la cobranza de aportes asistenciales, la maligna pandemia. Recordemos la antigua frase sobre utilización de recursos públicos: “No hay lonche gratis”, los ascensos, cambios de colocación y demás, cuestan.
A mayor gravedad de la situación, los parlamentarios, al aprobar la norma, violaron precepto constitucional en el sentido que ellos no tienen iniciativa de gasto e, indiscutiblemente, los ascensos ocasionan gasto.
También genera gasto, el pasar al personal del régimen CAS (Contratos Administrativos de Servicios) al régimen regular, por más justo que pudiese ser, pero no siempre lo justo es oportuno y más, en estos tiempos en que los ingresos de EsSalud disminuyen y sus obligaciones aumentan para atender a los infectados, en una situación extraordinaria e imprevista.