La reciente protesta cívica del 05 de abril del presente año, que no puede perder su valía por la intromisión en ella de elementos delincuenciales que generaron caos y violencia, nos hace recordar otro 05 de abril, me refiero al de 1992 en que el entonces presidente de la República, Alberto Fujimori, disolvió el Congreso y cerró diversos altos organismos del Estado, lo que a todas luces fue un autogolpe de Estado.
Han pasado treinta años de aquel acontecimiento, por lo que es pertinente hacer una síntesis recordatoria de aquellos momentos. Se dijo desde el Gobierno que la motivación del cierre del Parlamento se debía a que era corrupto, pero no manejaba la caja fiscal. También se mencionó que no era un Congreso colaborador, cuando sin tener mayoría el partido “Cambio 90”, se le dio el primer año del período gubernativo, la presidencia de la Cámara de Diputados y del Senado, además de habérsele dado facultades delegadas, principalmente para dictar las normas legales que facilitasen la lucha contra el terrorismo, incluso se delegó facultades para modificar cuanto Código existía. En broma decíamos que solo faltó el “Código de barras”.
Se autorizó al presidente Fujimori cuanto viaje quiso efectuar y por lo general se le aprobaban los proyectos de ley que presentaba. No fue pues un Parlamento obstruccionista.
Quien escribe está columna integraba el Congreso de aquella época, y el golpe se realizó cuando en Camerún, algunos parlamentarios participábamos en la Asamblea de la Unión Interparlamentaria, a la que asistimos entre otros, Jorge Lozada Stambury, José Barba Caballero, Ana María Fernandini y Víctor Andrés García Belaunde. En dicho evento logramos que se condenara el golpe en el Perú, con la ayuda de las delegaciones del Brasil y de España y con la obstaculización impulsada por la delegación japonesa.
Al ir a Camerún, pasamos por París, donde fuimos recibidos por el embajador Hugo Palma, quien al regreso, en acto democrático y cuando habíamos dejado de ser autoridades, también nos recibió, lo que dice mucho de él.
De París algunos recibimos órdenes de nuestros partidos para viajar a Miami, donde se encontraba Máximo San Román, luego de concurrir a una Asamblea del BID, para acompañarlo a la OEA, lo que hice y donde encontramos a diversos embajadores del Perú, excusándose uno de ellos en el sentido que había que comprenderlos por ser profesionales. La respuesta fue clara y contundente, las trabajadoras sexuales (en términos duros) también son profesionales.
Llegaron a la OEA algunos excongresistas como Javier Díez-Canseco y diversos personajes peruanos que estaban en Washington como Javier Silva Ruete, Iván Rivera y Armando Prugue Camino.
Un mes después concurrí con Pedro Cateriano Bellido, en representación de la oposición política peruana, a la Asamblea de la OEA en Nassau, donde se presentaría el presidente Fujimori. Se nos impidió el ingreso, incluso al hotel en que ella se desarrollaba, por lo que tuvimos que entrar con credenciales del diputado chileno Carlos Dupré. En tal Asamblea se llegó a un acuerdo político transaccional, por el cual Fujimori seguiría en el cargo y se convocaría a un Congreso Constituyente (CCD). Ayudaron para la toma de la determinación el Secretario General de la OEA Joao Baena Soares y los ministros peruanos Fernando Vega Santa Gadea y Carlos Boloña Behr.
Diferente actuación tuvo el Canciller Augusto Blacker Miller, quien mal aconsejó a Alberto Fujimori, haciéndolo participar en la Asamblea antes que el representante de la oposición, con lo cual todo lo que decía fácilmente se le rebatió. Además, no advirtió que se trataba de la Asamblea y no del Consejo Permanente, en que en la primera están los cancilleres de los países miembros, que son políticos, mientras que en el Consejo están embajadores que por lo general son funcionarios. Al hacer su discurso Fujimori contra los partidos, ello no fue del agrado de los cancilleres.
Pese a que llegó el presidente peruano en un avión atiborrado de periodistas, únicamente cubrió la presentación de la oposición peruana Dennis Vargas Marín.
Como cualquier obra humana el gobierno fujimorista tuvo aciertos, como también defectos, todo lo cual la Historia juzgará, pero el autor de estas líneas considera incorrecto que se anule su indulto y se tenga a dicho anciano enfermo, sufriendo carcelería, así como que se quiera responsabilizar políticamente a sus hijos por sus acciones y omisiones, las que son personales más no familiares.
Son algunas pinceladas de recuerdos y anécdotas de aquellos tiempos.