Quiénes están o han estado en actividad política, conocen perfectamente que para resolver los diferendos de opinión como de acción, la imposición por la fuerza es el peor remedio y el menos duradero, pues cuando termina la posición de primacía también termina la autoridad y otra posición es la que llega para sustituir a la que perdió vigencia y control.
Por lo expuesto, la mejor forma en que los seres humanos se ponen de acuerdo, para llegar a soluciones concertadas o de compromiso y que sean duraderas, es a través del diálogo, el que debe ser serio, alturado y por supuesto libre y sin imposiciones.
El diálogo tiene diversas modalidades, utilizándose esta denominación genérica para los temas sociales. Cuando existe connotación económica, empresarial o laboral, el diálogo asume la modalidad de negociación y, cuando se trata de temática política y de gobernanza, hablamos de concertación.
Durante décadas, la expresión “dialogar no es pactar”, cuya autoría fue del líder aprista Ramiro Prialé, tuvo gran vigencia, pues estaba sustentada en que quienes tenían diferentes posiciones o intereses, no eran necesariamente enemigos y que habiéndonos dado el Altísimo el don de la palabra, ella era para llegar a acuerdos civilizados.
A lo dicho por Ramiro Prialé, en frase atribuida al líder pepecista Mario Polar, la inicial se convirtió en “dialogar no es pactar, pero si se pacta mejor”. En la actividad política la modalidad es la de concertar, en que hay que ceder posiciones supuestamente irreductibles para llegar a fórmulas de consenso que sean aceptables para todos. Deben existir mutuas renuncias para llegar a términos medios de aceptación generalizada.
El último año de actividad política, ha estado caracterizado por la falta de diálogo, negociación, concertación o como quiera llamársele. Las posiciones han estado muy alejadas de un centro lógico. Sean los egos o los intereses han hecho ver a adversarios como enemigos y, quienes hablaban de diálogo lo hacen de la boca para fuera, pero sin convicción ni menos voluntad.
Es hora de anteponer tanto personalismo y darse cuenta que, las posiciones extremas solo llevan al conflicto y violencia que deben evitarse.
Anteriormente la Conferencia Episcopal Peruana ha hecho un llamado al “…diálogo democrático, respetuoso y vinculante… único camino para dar una salida creativa, clara, decidida y viable para superar la crisis en base a consensos firmes”.
No podemos estar más de acuerdo con la exhortación clerical, pero se necesita para ello que alguien articule y podría ser Acuerdo Nacional, a través de su Foro, que reúne al Estado, a los partidos políticos, a las iglesias, a los gremios profesionales, laborales y empresariales, así como también a la sociedad civil.
No creo que el Acuerdo Nacional haya estado de vacaciones, estoy convencido que su Secretario General, Max Hernández, está haciendo lo indecible para que se cumpla con su objetivo y sino lo logra, sería mejor que se retire, que es una forma de llamar la atención por la falta de voluntad concertadora.