Por donde vamos y a donde concurrimos, observamos por lo general a las personas que están estresadas, angustiadas, sujetas a tensiones, todo lo cual afecta no solo la salud mental, sino también la conducta, estando las personas a las que nos referimos predispuestas a mostrar su enojo por cualquier nimiedad, contestar mal ante cualquier pregunta o afirmación e incluso ser hirientes en sus respuestas.
Lo expuesto no es sorprendente pues la población de nuestra patria afronta crisis económica por la falta de empleo y, quienes tienen la suerte de tenerlo, pues porque no saben cuanto tiempo les durará ni tampoco si el empleador podrá atender sus remuneraciones oportunamente. Los empleadores tampoco la tienen fácil, pues por la recesión económica que estamos viviendo, sus actividades e ingresos han decrecido, sus proveedores por lo mismo se han vuelto exigentes, la clientela ha disminuido y, la que se mantiene anda retrasada en sus pagos.
Por otro lado, la misma población se siente presionada por la presencia en ascenso de la delincuencia y, ni que decir de la delincuencia organizada. Por robar un celular los delincuentes son capaces de quitarte la vida y, la Policía no se da abasto para enfrentar la situación.
Las nuevas inversiones, así como las ampliaciones de las existentes, brillan por su ausencia por la falta de confianza en el país originada por la situación política, así como la aún faltante predictibilidad respecto a las elecciones del 2026. Más grave aún es la actuación de las autoridades gubernamentales, que lejos de aligerar plazos de trámites, licencias, autorizaciones y permisos, todos siguen estancados, lo que acarrea mayor fastidio de los que todavía tienen expectativas positivas. Si bien las autoridades reconocen las demoras a las que nos referimos, más allá de ello sin acciones correctivas concretas.
No es que me haya convertido en “Don Pésimo”, sino que la realidad monda y lironda, no genera vibras positivas. Sin embargo, y pese a no ser el autor de esta columna proclive a estar abriendo mensajes colectivos o individuales por redes, como tampoco diversidad de otros mensajes irrelevantes, tuve la suerte de abrir uno que contenía el siguiente texto: “La mejor arma: el amor. El escudo más fuerte: la sonrisa. La fuerza más grande: la mente. El regalo más grande: la vida”.
Ignoro quien es el autor de dicha reflexión, la que encierra indiscutiblemente una filosofía de vida, desde reconocer que la propia vida es un regalo, pues no hemos hecho nada para merecerla, pasando por la actitud positiva del amor, siendo la sonrisa fuerte coraza que aleja improperios y ofensas, además de reconocer que ejercitando la mente se pueden solucionar problemas, que inexorablemente no se irán por si solos.
La actitud positiva frente a la desconcertante situación que se vive, ayudará a poner correctivos y encontrar soluciones, por lo cual el mensaje al que nos referimos, siempre deberíamos tenerlo presente, pero sobre todo ponerlo en práctica.