El título de esta columna es una frase que escuché desde joven pero que siempre consideré como una enseñanza valedera y positiva, por eso la rescato en esta columna, aunque penosamente sin recordar su autoría.
En estos tiempos en que a través de la prensa, sea escrita, radial o televisiva y también por medio de las redes sociales y los WhatsApp colectivos, se hacen elogios o muy diminutos o muy amplios, cayendo hasta en la sobonería y adulonería, es menester rememorar que se puede ser generoso en el elogio sin caer en lo chabacano ni en los excesos calificativos. Es posible ser generoso en el elogio sin ceder a la tentación de expresiones altisonantes, que muchas veces se hacen para generar respuestas agradables del elogiado, principalmente en el campo político, que incluso se pueden materializar en contrataciones o ascensos que dejan de lado la meritocracia debida.
En lo que se refiere a la crítica, la cosa es muchísimo más grave, pues cuanto más dura sea ella, más titulares y en mejor lugar se encontrará en la prensa, algunas de ellas proclives a resaltar con mayúsculas todo lo que sea crítica, con razón o sin ella.
El anonimato en muchas redes sociales y sus mensajes, usualmente incentivan a ser más duros en la crítica, también con razón o sin ella, y más cuando es fácil compartirla y seguir compartiéndola hasta el infinito, pero atentando contra la razonabilidad de la crítica, que debería llevarnos a ser mesurados con ella.
Habría que recordar otra importante y antigua frase, en el sentido que “respetos guardan respetos”, ya que los excesos de crítica pueden llevar a respuestas asimismo duras y, una crítica que podría ser mesurada se convierte en una invitación a respuestas también duras y entonces se entra a la guerrita de quien critica más e incluso quien insulta más, lo que promueve violencia y un clima de molestias innecesarias.
Al tener en las manos una computadora, que es lo que en buena cuenta es la telefonía móvil o celular como lo llamamos en nuestro país, facilita en gran medida excesos en el elogio como igualmente en la crítica, pero el ambiente que ello genera no ayuda a la paz social como tampoco al clima adecuado para las relaciones humanas.
Si a todo lo expuesto le agregamos usuales palabras de insulto, el tema es más grave aún y muy frecuente en las personas jóvenes, sin distinción de sexo, pues hay damas que utilizan términos de “carreteros” como se decía antaño.
Mucho de lo que hemos estado escribiendo, que están revisando los apreciados lectores, nos lleva también a la conclusión de que en colegios y escuelas está faltando “formación” y que se tiene que volver a los cursos como educación cívica, lógica, y ética, que más que ilustrar o instruir “forman” ciudadanos de bien.