Días atrás, el ex fiscal Avelino Guillén, fue agredido de palabra y gestualmente al salir de un local comercial. La agresión de un grupo de personas que estaban en los exteriores del supermercado, fue con calificativos irrepetibles, soeces e insultantes, que estuvieron acompañados de gestos y amenazas que dicen muy mal de quienes actuaron en esa forma.
Podemos discrepar, y de hecho discrepamos con las opiniones del doctor Guillén respecto al actual régimen político y gubernamental, así como su cerrada defensa a decisiones y nombramientos que cuestionamos, pero no podemos aceptar su maltrato.
El hecho de discrepar, de modo alguno autoriza a agredir, sea de palabra, gestos o acciones. Todos tenemos derecho a tomar libérrimamente posiciones políticas, expresarlas y difundirlas, incluso podemos exteriorizar nuestra posición contraria respecto a otras, como también mostrar nuestro enfado, pero ello no nos da ningún derecho a pasarnos de la raya.
Las agresiones de todo calibre no hacen mejores a nuestras creencias y posiciones políticas, como tampoco las bonifican. Dice el adagio que “Respetos guardan respetos” y estamos obligados a guardar y cumplir con las normas de urbanidad como también con las disposiciones legales y constitucionales, además de los tratados sobre “Derechos Humanos” que consagran el derecho a la integridad personal, tanto moral, psíquica como física, al buen nombre, al prestigio y a la reputación.
Dentro del contexto al que nos estamos refiriendo, causa sorpresa la indignación selectiva de algunos medios de expresión, probablemente vinculados a la posición política del agredido, que han saltado hasta el techo y como gato panza arriba, repudiando la agresión al ex fiscal. Aunque comprendiendo su indignación, molesta por lo menos que ella fuese selectiva, pues cuando fue asaltado Luis Alva Castro frente a la residencia del embajador del Uruguay en Lima, esos medios no solo no protestaron, sino que tampoco informaron.
Igual sucedió cuando tiempo después tuvieron los medios de prensa a los que nos referimos, la misma actitud de silencio informativo y también de opinión, ante las agresiones a los ex congresistas Burga y Tubino, que llegaron a mayores. Ni que decir de las manifestaciones e improperios vertidos por muchos ciudadanos que se hicieron presentes en el domicilio personal del hoy expresidente Manuel Merino de Lama y de otros miembros de su gobierno, sin olvidar importante y lesivo plantón rodeando el hogar del periodista Beto Ortiz. No olvidamos tampoco las antiguas agresiones frente al hogar de Marta Chávez ni los recientes plantones ante los domicilios de miembros del JNE.
Todo ser humano, por el solo hecho de serlo, merece respeto y para la acción y manifestaciones políticas deberían desterrarse maltratos e insultos, pues atentan contra el clima de paz que debería existir en cualquier país.
Es necesario buscar puntos de encuentro, nadie tiene el cien por ciento de la verdad, si las tesis que propician cada cual se presentan como inflexibles, será difícil, sino imposible, llegar a soluciones en que primen los consensos, que solo se logran con diálogo alturado y respetuoso.