Todos los días y a cada rato, cierta prensa obsesiva, aunque no objetiva, repite y repite escenas de la violencia desatada por los revoltosos en diversos lugares del país y de su capital, pero con un sesgo notoriamente contrario al accionar de nuestra Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas, cuando estas últimas han salido en apoyo de la primera.
Poco o nada dicen que quienes protestan sin saber de qué, instigados por quienes desean que nuestro Perú caiga en el caos, agreden salvajemente a las fuerzas del orden, queman vivo a un policía, asaltan por sorpresa a columna policial con saldo de varios policías muertos y robo de su armamento, lesionan gravemente a cientos de policías, destruyen vehículos policiales, incendian locales del Poder Judicial y del Ministerio Público, además de dañar importantes bienes públicos como privados y, ni que decir de la interrupción de carreteras con el gravísimo resultado de falta de suministro de comestibles y afectación de la economía nacional.
Informan copiosamente de las acciones policiales, que repelen, no reprimen las protestas, aunque sin expresar que ello lo hacen en cumplimiento de mandato constitucional y legal. Dan cuenta de daños con proyectiles a manifestantes, aunque omitiendo señalar que ellos también tienen armas, algunos robadas a las propias fuerzas del orden, otras son armas hechizas y muchas otras como hondas y huaracas, que hacen tanto o más daño que las armas convencionales, incluso el uso de pirotécnicos, “avellanas” y piedras que también son letales.
Si la Policía devuelve las piedras que les caen, consideran que ello es agresión, cuando lo que realmente es legítima defensa, y están en esa forma haciéndole el juego a quienes instigan la violencia, pues el ciudadano de bien, poco informado o mal informado, va tornándose en fuerte crítico del accionar policial, lo que francamente es injusto.
No negamos que hay situaciones de algún exceso policial, pero ello no es la regla y habría que ponerse en los zapatos de los Policías, muchas veces solo protegidos por un escudo poco efectivo, a quienes se les lleva a ejercer su obligación de resguardar o recuperar el orden público, sin armas, lo que por lo menos es objetable.
Al periodismo sesgado al que nos referimos, felizmente con notables excepciones, hay que recordarle que quienes se manifiestan con violencia no son angelitos y menos émulos de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Delinquen al agredir a nuestras fuerzas del orden y por ello deben ser procesados penalmente. Sin embargo, muchas veces a quienes se procesa por años y años son a los policías, a quienes desmotivan a cumplir con sus deberes.
Nada dicen sobre el estado de excepción, como es el de emergencia, en que se encuentran las circunscripciones de los disturbios, lo que conlleva la suspensión del derecho de reunión, por lo cual quienes concurren a las marchas están transgrediendo la ley y, si por falta de responsabilidad continúan en ellas cuando se produce la violencia, en lugar de retirarse, están contribuyendo a lo que les puede pasar. ¡No lo olviden!