Por: Ántero Flores-Aráoz / Por muchísimas décadas, estuvimos acostumbrados a que las personas se matricularan en el partido político de su preferencia, ya que se identificaban con su ideario, con su pensamiento político, y también con sus planes de gobierno.
La militancia proseguía en el partido político, tanto en las buenas como en las malas, pues como en toda organización, y más en las partidarias, ellas tienen sus duras y sus maduras, sus éxitos como también fracasos.
Los afiliados cambiaban su militancia política, solamente por causas graves, como pueden ser las variaciones de ideario o de planes de gobierno, con los cuales ya no compatibilizan o por serias discrepancias. El cambio se conoce como disidencia, muy distinto que el transfuguismo, pues si bien en ambos casos se termina con la lealtad debida a la agrupación política, en el primero se encuentra enmarcado dentro de principios éticos, lo que no sucede en el segundo, que generalmente (aunque no siempre) es por oportunismo.
En el actual proceso para elegir nuevas autoridades nacionales el próximo abril del 2021, estamos observando inscripciones en partidos políticos en que se sabe que no hay ninguna coincidencia ideológica ni siquiera simpatías. Igual está sucediendo en algunos cambios de “camiseta” partidaria, lo que tiene sabor a transfuguismo.
En la actualidad el centro político está superpoblado, podríamos decir que hasta tugurizado, pues muchas de las fuerzas políticas que lo componen tienen similitud de pensamiento y programas gubernamentales, ya que las diferencias sustanciales ideológicas que antes existían se han convertido en matices.
Para muestra un botón, la confrontación histórica entre la social democracia con el social cristianismo, por diferencias sustanciales, hoy en día son simples matices, que incluso permitieron a los partidos que representan dichas tendencias, como son el PAP y el PPC ir aliados en las elecciones del 2016.
Por lo antes expuesto, los cambios de agrupación política que pudieren producirse en el centro, no deberían sorprendernos, ya que hay similitud de ideas, pero si tiene que sorprendernos cuando los cambios se hacen dejando lealtades, simplemente por oportunismo, por cálculo electorero en que los principios y valores, lamentablemente sobran para esas personas.
Lo que estamos exponiendo es muy importante, pues si se cierran los ojos ante las lealtades partidarias y ante la fidelidad a los principios, ¿qué podemos esperar en la lealtad ante el país? En las próximas elecciones estamos eligiendo a quienes tendrán los destinos del Perú, sea desde el Poder Ejecutivo, sea desde el Poder Legislativo, (léase Congreso de la República), por lo cual estamos obligados a elegir bien, a no volvernos a equivocar, como nos hemos equivocado muchas veces, tan prueba es que muchos de los que fueron primeros mandatarios están involucrados en procesos penales por corrupción, al igual que algunos de sus ministros y, también por añadidura algunos que fueron parlamentarios y, juraron en vano respetar nuestra Constitución y las leyes de la República.
El espectáculo que hemos visto en estos últimos días, de afiliaciones tan oportunistas, francamente nos tienen que poner en alerta.
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