Es muy preocupante la discursiva de los últimos tiempos, de algunos individuos que han ingresado a la actividad política, en el sentido de distinguir a las personas entre los pobres y los ricos, pero no solamente la distinción que es real, sino el enfrentamiento, generando al mismo tiempo resentimientos sociales que a nada bueno conducen.
Siempre han existido pobres, como también personas a las que consideran ricos, dentro de los cuales los primeros incluyen a quienes tienen actividades sea empresariales, profesionales o laborales con relativo éxito que les permite satisfacer sus necesidades, así como las de sus familias, y tener a sus hijos en aceptables colegios privados y universidades, e incluso con mucho esfuerzo hacerse del sueño de la “casa propia”.
Hay pobres hasta en los países más ricos, sino miremos simplemente en la noche algunas calles en el emporio financiero más destacable del universo como es Nueva York, en que veremos a personas pernoctando en las calles con el solo acompañamiento de todo tipo de adversidades y peligros.
Lo que hay que hacer para reducir el número de pobres y aumentar el número de los más favorecidos, es crear condiciones de igualdad en dos temas de suyo relevantes, como son la educación y la salud. Si se tiene acceso a ambos servicios de calidad, se podrá enfrentar en mejor forma los retos para mejorar las condiciones de vida y ascender social y económicamente.
Dicen que hasta en el cielo hay distinciones, pues la igualdad absoluta es una quimera, así vemos que hay arcángeles y simples ángeles, como también santos y beatas, sin olvidar a los seres comunes y corrientes que piensan y creen en un destino sobrenatural. Entonces, la retórica de la igualdad es cuento, por lo que insisto en terminar el absurdo enfrentamiento entre ricos y pobres, pero si tratar que cada vez ingresen más del segundo grupo al primero.
Cuando hablamos de “ricos” no nos referimos a quienes han hecho fortunas con acciones reñidas con la ley y/o la ética, sino a personas normales y corrientes, que se han preparado, que se han esforzado, que han estudiado hasta con velas con tal de aprender, que se han sacrificado hasta el cansancio laboral para dar a sus familias mejores condiciones de vida. Hay también quienes legítimamente han recibido herencia que les permite un mejor vivir, pero recordando que ello es lícito y que si recibieron algo en herencia es porque sus ascendientes se lo ganaron a base sobre todo del sudor de su frente y de sus empeños.
Ya es hora de dejar el manido recurso de enfrentar a pobres y ricos y variar ello a tratar desde el Estado a dar mejores condiciones para que todos se puedan desarrollar y alcanzar los niveles de vida decorosos que anhelan.
Quienes enfrentan a los que son pobres con los ricos, nos pintan paraísos socialistas, en que casi todos son iguales, pero en la pobreza y desesperanza, salvo sus jerarcas que viven estupendamente bien, gracias a su autoritarismo y desprecio a la Democracia. Eso no queremos para el Perú.