Cuando vemos los desencuentros entre personas o grupos de personas, pensamos en qué hacer para que se entiendan, en buena cuenta como tender puentes de conexión antes que murallas de distanciamiento.
Evidentemente, por lo menos para los creyentes, si Dios nos dio el atributo de la palabra, ello fue para que pudiéremos entendernos, lo que acorta distancias y genera buena vibra.
Si es que existen puntos de vista o posiciones discrepantes y nada se hace para encontrar puntos de encuentro, evidentemente caminaremos hacia posiciones cada vez más antagónicas que incluso pueden producir violencia.
En caso de posiciones discordantes, lo lógico es como se dice “tomar al toro por las astas” y conversar para que a través del diálogo franco, sincero y de buena fe, se puedan encontrar los puntos de coincidencia, para lo que es muy necesario echar abajo las murallas que nos separan, para tender los puentes que nos acerquen y de ser el caso nos unan.
El solo hecho de negarse a dialogar, es un obstáculo que debe ser removido ya que nadie tiene el monopolio de la verdad y porque también muchas veces será preciso ceder posiciones para encontrarse en un centro razonable que satisfaga las aspiraciones de las partes en conflicto.
Cuando hay desencuentros sociales, en que grupos humanos expresan su malestar, no debe dejarse que escale la violencia, por lo cual se hace necesario llamar al diálogo y, si en ése momento los ánimos están tan caldeados que ello no es factible, hay que actuar bajo la dirección de terceros que sean los facilitadores del diálogo o conciliadores.
Si pese a la intervención de los facilitadores o conciliadores, no se ponen de acuerdo las partes en conflicto, no queda otra cosa que someterla a la decisión de un tercero, esto es del juez o del árbitro, que recibiendo las expresiones de unos y otros, además de las indagaciones que lo lleven a tener elementos de convicción, debe resolver con arreglo al Derecho, pues de no hacerlo se destruirán puentes y se levantarán murallas que más temprano que tarde impulsarán la violencia.
En el ámbito internacional, esto es en los diferendos entre países, también se debe buscar el diálogo y si no es factible el directo, pues recurrir a las instancias internacionales, sean arbitrales o no, que determinen la solución a la problemática que les fue sometida.
En lo posible siempre hay que buscar las vías pacíficas ignorando las fácticas, pero si ello no es posible no habrá otra solución que la primacía del más fuerte, por eso nuestros países para prevenir conflictos, deben estar suficientemente armados como herramienta disuasoria del empleo de la violencia.
Como vemos es muy conveniente tender los puentes en lugar de levantar murallas. Tenerlo presente.
