En el Congreso de la República y fruto de la vorágine de hacer modificaciones a la Constitución que nos rige desde ya hace algo más de treinta años, se presentó proyecto de ley para hacer una enmienda en el sentido de restablecer la posibilidad de reelección de alcaldes, sean provinciales o distritales.
Como se recordará, hace unos años se prohibió la reelección inmediata de autoridades municipales y, para superar ese escollo es que se presentó la iniciativa legislativa a la que nos referimos en el párrafo anterior.
El proyecto de modificación constitucional para permitir la reelección de alcaldes, alcanzó la votación calificada requerida, aunque en segunda votación no se logró, con lo cual la modificatoria pasa al archivo para mejor oportunidad o es sometida a referéndum. En buen romance el intento de terminar con la prohibición de reelección de alcaldes, simplemente fracasó.
Evidentemente no es una buena noticia, pues si bien el Congreso ejerce entre sus atribuciones y facultades, la de representación ciudadana, una cosa es representarnos y otra cosa muy diferente es sustituirnos. Cuando hay la normatividad permisiva de reelección de alcaldes, somos los ciudadanos los que decidimos si el alcalde repite la función o no, pero en la actualidad el Congreso nos ha sustituido en la decisión, al determinar simplemente que no hay reelección.
La reelección edil es conveniente y también deseable pues, siendo el mandato municipal de cuatro años, por lo general el primer año el alcalde va conociendo el cargo y se va asentando en el mismo, para el segundo año tratar de llevar adelante las mejoras para las que se comprometió en campaña y, en el tercero llevarlas a la práctica pues ya para el cuarto será difícil hacerlas pues los candidatos a alcalde para el nuevo período lo tendrán de saco para entrenamiento de boxeo, en que todos los golpes le caerán. Por eso los cuatro años son insuficientes y si el alcalde es bueno, hay motivo para su reelección.
Por otro lado, la experiencia nos ha demostrado que son pocos los alcaldes reelegidos, y es el elector el que sopesa la actuación del que intenta la reelección para renovarle o no su confianza.
Si es que no hubiera habido reelección no se habían producido las excelentes gestiones de varios alcaldes que dejaron exitosa huella. Ejemplos hay por doquier, tanto en la capital como en provincias, no todos por cierto, pues algunos que fueron reelectos no se caracterizaron por su buena actuación, lo que demuestra que hay también electores masoquistas. Como dijo el Quijote: “Cosas veredes Sancho”.
Sería un acierto si el Congreso, reconsiderando su última votación de la modificación constitucional a la que aludimos, llega a votos suficientes para que en las próximas elecciones municipales y regionales, exista la posibilidad de reelección de sus autoridades. No nos priven a los ciudadanos de nuestro derecho a volver a elegir a quien haya tenido satisfactoria ejecutoria.