La salida del Gabinete Ministerial de Javier Gonzáles-Olaechea, deja una importante lección, como es que hasta para la despedida se requiere clase y ello no es de extrañar pues se trata del hijo de un buen embajador y hombre de guardar formas como lo fue Manuel Gonzáles-Olaechea, lo que el presente caso confirma el dicho popular de que “De casta le viene al galgo”.
Hasta ahora no hay una explicación ni oficial ni oficiosa que informe de las razones del cambio producido en el Ministerio de Relaciones Exteriores, conocido también como la Cancillería o el Palacio de Torre Tagle, sobre todo porque el saliente canciller gozaba de gran aceptación pública, lo que se acredita con todas las encuestas sobre la actuación de los integrantes del Gabinete Ministerial. Nadie superaba al hoy excanciller.
Javier Gonzáles-Olaechea ha callado en todos los idiomas, demostrando señorío que es un ejemplo. Nada ha dicho a los medios sobre las motivaciones de su renuncia ni de las circunstancias en que ella se ha producido. Concurrió estoicamente a la juramentación de los cuatro nuevos integrantes del Gabinete Ministerial presidido por Gustavo Adrianzén Olaya y, posteriormente en ceremonia realizada en el local del Ministerio de Relaciones Exteriores, entregó el cargo a su sucesor.
El discurso de despedida del canciller renunciante, fue en buena cuenta un balance de su gestión ministerial de diez meses de duración, señalando logros como también tareas pendientes por culminar, aunque todos sabemos que lo principal y lo que no fue dicho es que puso nuevamente al Perú en la esfera internacional y supo proponer a la Presidencia de la República, algunos embajadores ajenos a la carrera diplomática, dentro del cupo de embajadores “políticos”, de gran nivel, claros antecedentes y que están ayudando a nuestro país a recobrar su sitial en el concierto internacional.
Cuando hemos visto el comportamiento de Gonzáles-Olaechea, al dejar la Cancillería, no podemos sino recordar la frase de William Shakespeare “Es mejor ser rey de tú silencio que esclavo de tus palabras”.
Pero no solo supo guardar silencio sobre las motivaciones de su salida de Torre Tagle en su despedida oficial, sino que tampoco lo ha hecho en declaraciones a la prensa, guardando silencio respetuoso respecto a quienes hace diez meses lo habían invitado a participar en el Gobierno entregándole la cartera de Relaciones Exteriores.
Alejado ya de la función pública, se le abre a Javier Gonzáles-Olaechea, por su vocación de servicio al país, la posibilidad de incursionar en política activa, teniendo en cuenta su gran experiencia y conocimiento a través de muchos años en organismos internacionales y su actuación exitosa en nuestra Cancillería.
Además, está pendiente en el Congreso la votación de la insistencia para que se promulgue la ley que aprobó y fue observada por el Ejecutivo, para el nombramiento de una Comisión que evalúe la actuación de la OEA y de los organismos que la integran, para proponerle los cambios requeridos en su normativa y la del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que tantos sinsabores nos vienen ocasionando. Bien podría integrar dicha Comisión de altísimo nivel el ya extrañado excanciller.