Es un sino de los tiempos, tener curiosidad y hasta hurgar, sobre sociedades que, por ser cerradas, no están abiertas al público en general, sino que están reservadas a sus miembros o a los que son iguales.
Como el desconocimiento, o mejor dicho ignorancia, es causa de muchos males y errores, a lo que es desconocido para algunos, como son ciertas comunidades o congregaciones religiosas, sociedades de auxilios mutuos, órdenes o legiones militares y similares, les es fácil aplicarles el sambenito de sectas y a sus integrantes sectarios, aunque también se utiliza este último término para individualidades con cuyo pensamiento se puede discrepar.
Que sean desconocidas para quienes no desean culturizarse o simplemente informarse, no significa que las sociedades a las que nos referimos sean secretas, obscuras, y hasta tenebrosas, pues una cosa es su actuación con reserva y otra muy diferente con ocultismo.
Diría que hasta por siglos se consideró a la Masonería como una secta, cuando tenían que ser sus actividades reservadas dada su naturaleza de hermandad de auxilios mutuos y haber salido de su comunidad las ideas independentistas que luego se convirtieron en gestas libertadoras sobre todo en lo que son hoy nuestros países de la región y que estaban ligados a las coronas de España, Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda.
Con el criterio obtuso de quienes a todo lo que no conocen le llaman secta, podrían ser consideradas como tales las reuniones de la alta dirigencia de partidos, en que estudian sus estrategias y tácticas políticas, ciertamente lo tienen que hacer con cierta discreción para no darle armas a sus contendores y, ojo, no digo enemigos.
Igual podría decirse cuando se reúnen los obispos llamados a sínodos, o cuando al fallecimiento del Papa, se juntan a puertas cerradas los cardenales, no mayores de ochenta años, para reemplazar al desaparecido o renunciante, como sucedió en este último caso con el Papa Benedicto XVI, quien luego de ser aceptada su dimisión volvió a ser el cardenal Ratzinger.
Se podrían dar muchísimos ejemplos, pero para no cansar, recuerdo como alumno lasallista que en la niñez y juventud nos moríamos de curiosidad por saber que hacían los hermanos de las escuelas cristianas en lo que se llamaba la “comunidad”, que no era otra cosa que el recinto donde se reunían para cada uno preparar sus clases, corregir pruebas, ponerles nota, así como reflexionar y orar en comunidad. Como eran reuniones solo de los profesores religiosos nuestra curiosidad se convertía en leyendas tenebrosas. Esta percepción de alumnado escolar, no tiene sentido que sea adoptado por quienes ya siendo bastante mayorcitos, siguen llamando sectas a toda sociedad que no comprenden.
Sería apropiado que quienes sienten temor respecto a reuniones reservadas, primero se informen bien para no llamar injustamente secta a toda sociedad, por más lícitos y legítimos