Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que estamos inmersos en el proceso electoral más complicado de nuestra historia y que, en su segunda vuelta, nos estamos jugando los destinos del Perú, pues se confronta la democracia y el comunismo, la libertad de emprendimiento y el intervencionismo estatal, las libertades ciudadanas y la opresión, el desarrollo y el desastre, las posibilidades de mejora en los niveles de vida frente a la pobreza y, así podríamos seguir.
En la primera vuelta teníamos una baraja o abanico de alternativas bastante amplio, puesto que estaban en la contienda electoral aproximadamente veinte agrupaciones políticas y, por ello, podríamos haber escogido tranquilamente por cualesquiera de ellas y sus candidatos.
Es el caso que, como ninguna triunfó en primera vuelta con el porcentaje requerido, estamos obligados a concurrir a una segunda ronda electoral y, escoger únicamente entre las dos agrupaciones y sus candidatos, que tuvieron la primera y segunda mayoría en las urnas de la primera vuelta. En realidad, tuvieron la primera y la segunda minoría más altas, puesto que el ausentismo, los votos viciados o nulos y los votos en blanco, llevaron la delantera.
Ahora en la segunda vuelta, toca elegir solamente entre dos candidatos presidenciales en plancha con sus vice presidentes. Ya no hay posibilidad de escoger en un naipe de muchas cartas, únicamente hay dos, no son ni siquiera parecidas, no es el caso que si gana uno u otro para el país será más o menos lo mismo. Realmente estamos con alternativas de encontrarse la una en la antípoda de la otra y viceversa.
Dado lo señalado no nos podemos equivocar, insisto, nos jugamos el destino de nuestro Perú, que no puede pasar por agua de malvas a los timoratos que quieren estar bien con Dios y con el diablo. Estamos en horas de definiciones y, esto no es juego ni se puede tampoco dejar, con indecisiones, que sea el ausentismo o los votos viciados o en blanco, los que inclinen desacertadamente la balanza electoral.
Insistimos, quedan solo dos candidatos y entre ellos debe estar la decisión responsable, sin dejarnos llevar por cantos de sirena ni por ofrecimientos imposibles de cumplir. El Altísimo hizo el mundo en siete días, no en uno, por lo cual es claro que los ofrecimientos áulicos carecen de realismo.
Se escoge entre dos candidatos, no entre sus padres, ni sus líderes, ni menos mentores. Solamente entre los candidatos y aquí no hay de tal palo tal astilla como en anterior oportunidad se dijo, pues cada cual es dueño de sus orígenes, de su actuar, de su destino, de sus éxitos como de sus fracasos y solo, teniendo en cuenta ello y sus propuestas es que hay que escoger.
Hoy por hoy, hay un crecidísimo número de ciudadanos que pretenden dar consejos a la candidata, quien lleva sobre sus hombros la responsabilidad que nuestro país no termine en la desesperanza y catástrofe. A ellos hay que recordarles que “consejo no pedido, no es bien recibido”.