Por: Arturo B. Berdejo Vera // La Feria en acción

por | Mar 11, 2024 | Opinión

  1. La mayoría de los ciudadanos proyecta su vida para mejora, qué duda cabe, de la propia y principalmente la de su familia o los que estuvieran a su cargo.

Es cuando cada quien se ingenia para proveerse de fondos. Abriendo negocios de toda laya. Algunos optan por ferretería, otros por verdulerías. Los más, empujan carretillas. Castro Arenas no podía quedarse de brazos cruzados y abrió su tienda. La tienda de credenciales para postular a puestos públicos sobre todo a la presidencia de la república.

Como buen comerciante entregó credenciales a cualquier ganapán que le solicitara inscripción. Aparentemente le fue bien pues en poco tiempo ya había 36 felices inscritos. Castro A. administra la feria y acuden ganapanes en interminables colas. Castro está contento. Los ciudadanos que se inscribieron “tienen vocación democrática, dispuestos a inmolarse en bien del pueblo” — Peor puntapié imposible–se han dado en enderezar al país llegados al sillón de Pizarro. —El negocio por lo tanto…marcha.

Los anotados “dueños de partidos” esperan que por arte de birlibirloque—una ayudadita de Castro, no le viniera mal, coloca a uno o dos ganapanes en el Congreso quienes de allí en adelante se encargarán de llenar la olla del dueño del partido. Y ese es el negocio de moda. Mientras más ganapanes ingresen más llegará al bolsillo del dueño. Y ¿el país?  ¡Qué importa!

Ser dueño de partido es más fructífero que empujar una carretilla o poner peluquería – es la peluquería que abren los japoneses. Y hablando de aquellos, por culpa precisamente de ellos parió paula un ágrafo como Pedro Castillo.  Con esa experiencia elevemos una oración: Señora hija del chinito: por favor: ¡no postule! Esta invocación me recuerda a un niño de solo ocho años de edad administrando una balanza en plena avenida Abancay. Se acerca una señora gorda, muy gorda y en tono despectivo pregunta: ¿oye chico, tu balanza funciona?  Si, señora…pero no se suba.

Con la alegría de Castro dueño de la tienda de credenciales, subieron al congreso alguna que otra tamalera. Luego de sentarse en su curul alegaron que vendiendo tamales ganaban más. Que el sueldo de congresista les resultaba cortina. Y …uy qué pena. Al congreso no se puede renunciar. –Oigan, pero si se la saben todas.

La culpa de esta feria de tiendas dirigida por Castro A. la tiene los ¿distraídos? Referentes de los partidos. —Los ‘vitochos’ y otros– Quienes dejaron hacer y allí vieron a un sujeto como Mesías Guevara; como Lezcano; como plata como cancha y su recua de hermanos e hijos en el Congreso. De ese “éxito” celebra Castro A. quien al final es el único ganador con los bolsillos repletos de billetes.

Por culpa de esas inscripciones hechas a la champa unos innombrables se incrustaron en el partido de la lampa hasta dejarlo como una cueva de ganapanes amen de adular a los que estaban en el poder. Plata como cancha, vean que este tipo con la alegría de Castro A. ha metido al congreso a un sinnúmero de familiares directos. ¿Pero los incautos preguntan y cómo lo hace? La respuesta es: plata como cancha pues ´on, Por eso y mucho más Castro A. no quiere dejar la tienda.

(*) Miembro (r) de la Marina de Guerra y analista político.


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