Por: Arturo B. Berdejo Vera / ¿Quién quiere vacarlo?

por | Feb 7, 2022 | Opinión

Si como, se conoce, es el cerro grande ése quien “arma “el gabinete de ministros, queda claro entonces él es el que le pone piedras grandes al sombrerón. Aparte claro está, que es el mismo Sombrerón, el que se las pone asimismo. Entonces le pone un cerro de basura para que desde allí escoja sí o sí al grupete de innombrables. Los nombrados vienen con diplomas al más sucio; al más cobarde y pegalón de mujeres.

De allí para adelante los recientemente nombrados –no importa si el fajín es de plástico o de otro material. Total “me vienen de perilla los treinta mil mangos” y que el país se hunda. Firmado Valer, el cobarde pegalón. Total, para los políticos camaleónicos, mismo Salaverry y Valer, no tiene sentido jugar a la ruleta apostando solo un número. Hay que probar todos los que se puedan uno ha de salir premiado. Y Valer agarró uno. Pero de seguro que habrán de botarlo igual al que tiene la voz de flauta, Salaverry.

Los otros, los defenestrados se tiran a la pampa para soltar la vela verde contra el mismo sombrerón. Pregunta el ciudadano ¿por qué lo hacen? Es que … saben si Ud. es muy ingenuo, la cutra -para nosotros- ha sido insuficiente en el corto tiempo que me tuvieron en el cargo.

Todos calladitos mientras el fajín no se les caiga. Y si por allí alguien le pone la puntería o le saca los trapos sucios o sale no me atarantes—como alcachofa fresca para buscar como limpiar al delincuente. Lamento que algunos ingenuos digan de ése que es un reputado jurista… reputa… ¿qué? ¿por dónde?

La pregunta que se hace el ciudadano de a pie es:  el sombrerón no sabe, o no sabía de qué calaña le han dado a escoger. Digo que son incautos, pues el sombrerón es más hábil que una cucaracha de grifo. Lo sabe. El punto es que la designación ministerial le importa un pito. Tan pronto puede nombrar a no me atarantes como a momo o al cojo mame o al hermanón o también a cabecebuque Lescano u otro que está en challapallca. Total, para el sombrerón los puestos que regala le importan un pito.

Hay que decir que el egocentrismo de Pedro Castillo se ha incrementado después que dos adulones le hicieran sendos cherys. Uno ya en la senectud se ha tendido cual alfombra para el paso del sombrerón. Del otro, qué decir, nació adulón y vive de lo que Montesinos le regaló a su cuñado y a su suegro. Pero no seamos tan ingenuos. Preguntemos de a cómo han sido los cherrys.

El menú del sombrerón es una estafa, puro hueso. Le sigue a ese pegalón uno que fuera marino de alta graduación. Denigrante, oye.  Uno que sintiéndose cachudo y visitado a menudo, se intuye, por Cornelio decidió ir de espía de su pareja. Y preguntaba. Y.… ¿cómo es él?  A cambio de seguir cantando prefirió la persecución. A la ñora no le gustó que la espiaran y lo denunció. Pero es muy poco aún. El tipejo había escobillado al sombrerón con: él mi jefe y respetado presidente, tiene todo el derecho de hacer leña de la policía y jugar a los bolos con los efectivos militares.  Eso ya fue demasiado. Entonces el almirantazgo podría borrarlo del escalafón naval.

Y la última: el bombero, el fusible, “el bala de plata”—no es ni de latón dijo una congresista; intentó hacer una maniobra como la del lagarto. Se presentó para que lo recibieran en el hemiciclo y exponer su plan de gobierno… de inmediato. Si no me reciben les aplico la bala de plata…

(*) Miembro (r) de la Marina de Guerra y analista político.


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