Desde la caída del gobierno del expresidente Pedro Pablo Kuczynski, los peruanos nos hemos visto envueltos en un desgobierno que nos ha llevado a transitar por la senda del caos político y la incertidumbre de tener cinco presidentes en siete años. Esta polarización, sobre judicialización y criminalización de la función pública ha traído la peor de las consecuencias, que es que los mejores compatriotas, personas probas y capaces, no quieran asumir ningún tipo de cargo de responsabilidad ministerial, gerencial o jefatural en entidades públicas para sacar a nuestro país adelante.
James Yorke, padre de la “Teoría del caos”, señalaba que todo acontecimiento es producto de una serie de variables y una de esas variables es el azar, en la medida que se puedan controlar esas variables, la del azar tendría un menor efecto sobre las demás y nuestra posibilidad de predecir la consecuencia de algo es mucho mayor.
Hoy nuestro país ha caído en manos del azar; hemos involucionado a lo que sufrió Estados Unidos en el año 1829, cuando se instauró el “Spoils System” o sistema del botín. El estado se convirtió en un botín que repartir, las variables que antes se solían manejar en nuestra clase política y burocrática, que eran la vocación al trabajo, la eficiencia, la honestidad, la consecuencia, se han cambiado por la repartija.
La teoría de nuestros gobernantes simplemente es sobrevivir el día a día sin medir los efectos de sus actos, buscando cada uno mantenerse en el poder sin importar que la incertidumbre crezca y termine apoderándose de nuestros destinos, el caos es la moneda de cambio cotidiana, la presidenta haciendo concesiones al congreso para mantenerse en un ya demasiado desprestigiado lugar, el congreso haciendo cálculos políticos para sobrevivir, el poder judicial totalmente dividido, el ministerio público inmerso en una guerra fratricida, esto indefectiblemente orillará a una población indignada, asqueada y hastiada, a buscar salidas en líderes estrambóticos que propongan soluciones trasnochadas como cerrar el congreso, reestructurar el poder judiciales y demás poderes del estado, caos y más caos.
El camino del caos no traerá nada positivo; las economías saludables se desarrollan en escenarios estables y predecibles, los peruanos nos estamos acostumbrando a la incertidumbre como norma y esta habitualización del desorden permanente. El análisis de quienes queremos desarrollar una vida en nuestro país y construir un proyecto, no tiene un horizonte mayor al que prepararse para sobrevivir un quinquenio con la esperanza de que venga alguien menos malo, que ponga orden y nos guíe para salir de esta situación.
Nuestra clase política debe despertar; o cambian o los cambiamos.