Arthur Pigou fue un economista inglés, profesor de la prestigiosa Universidad de Cambrigde, propulsor y creador de la teoría de la “Economía del Bienestar”, esta plantea que desde el propio Estado se puede elevar la eficiencia del sistema económico nacional, sin descuidar el mejoramiento de las condiciones de vida de sus ciudadanos.
Para ello se tendría que tener en cuenta los fallos del mercado, que no son más que situaciones donde el mercado no se comporta de manera eficiente, simplemente no funciona o genera externalidades negativas sobre terceros.
En países donde su clase política es decente y representa a la ciudadanía, se ha legislado con cierto éxito para que estas externalidades nocivas para el ser humano y provocadas por particulares sean compensadas por quienes las causan.
Si es un privado a través de lo que se conocen como impuestos “pigouvianos” y si es el propio Gobierno a través de subvenciones públicas, de manera que la población no solo siente que sus autoridades los representan, sino que ven compensados los daños ocasionados por la operación o actividad económica realizada por terceros.
Países tan avanzados como Estados Unidos, Alemania, Italia, Finlandia, entre otros, aplican este tipo de impuestos y tasas desde hace cientos de años, una muestra clara de esto se da en el sector construcción.
En ciudades como Miami por ejemplo las empresas constructoras, desarrolladoras de proyectos inmobiliarios, deben abonar tasas que sumadas pueden llegar hasta el 5% del valor de sus construcciones.
Estas tributaciones se realizan a manera de amenguar las externalidades negativas causadas por ellos, en sectores como áreas verdes, disponibilidad de agua, bomberos, pistas y veredas, entre otros servicios que van a ser afectados por las construcciones futura del proyecto.
El estado cuida que este dinero vaya directamente a mejorar dichos servicios, esto les permite tener los recursos necesarios para estar continuamente renovándolos y ampliándolos satisfaciendo las necesidades crecientes de los habitantes de la zona afectada.
De este modo los vecinos no sienten una desmejora en sus pistas, veredas, flujo de agua, producto de la mayor demanda producida por el incremento de la densidad poblacional.
En nuestro país existía una tasa que los desarrolladores inmobiliarios debían pagara que consistía en el 1.5% del valor de la construcción a realizarse, este pago fue eliminado por intereses subrepticios, eliminación que nos llevó a sentir como peruanos que estos proyectos inmobiliarios solo nos traen externalidades negativas, como son el aumento del tráfico en la zona, la rebaja del flujo de agua, el colapso de los desagües, la sobre densificación poblacional, entre otras, sin que nuestras autoridades mejoren nuestros servicios para que no se vean deteriorados, con la excusa de que no hay presupuesto para obras.
Por ello es hoy más necesario que nunca regresar a implementar este tipo de impuestos por externalidades negativas generadas por actividades económicas que las causan, hoy Arthur Pigou está más vigente que nunca.
