El extraordinario compositor peruano Juan Alfonso Mosto Domecq, autor de “un fracaso más, que importa”, parece haberse convertido en el músico paradigma y preferido de PetroPerú, esta importante entidad que otrora era causa de orgullo nacional, hoy se ha convertido en el hijo prodigo que necesita de ayudas permanente y rescates económicos consecutivos para sobrevivir.
Hace unos días nuevamente anuncian que necesitan otro rescate de aproximadamente 1500 millones de dólares, más de 5500 millones de soles para subsistir, esta situación ha sido el detonante para que surjan voces justificadas de todos los sectores pidiendo su privatización, si bien es cierto que esta crisis se ahondó en el gobierno pasado.
La catástrofe viene de hace décadas, lamentablemente catalizada por funcionarios de confianza y alimentada por su personal de planta que silenciosamente apoyan las decisiones absurdas de los que llegan temporalmente por algún favor político a la administración, pero este silencio no es gratuito ya que su burocracia a cambio de no evidenciar los despilfarros, recibe una serie de beneficios, solo basta con ver cuántas familias completas laboran en la entidad.
Los puestos muchas veces se heredan de padres a hijos, con bonos especiales, vacaciones y ventajas que todo funcionario estatal envidiaría, todo esto bajo la excusa que necesitan tener sueldos altos y bonos competitivos para atraer a los mejores trabajadores del sector petrolero, cosa que no tendría nada de malo si fueses la petrolera estatal exitosa que todos queremos y no el lastre gubernamental que seguimos manteniendo con la ilusión de que en algún momento se convertirá en la petrolera estatal más poderosa y eficiente de nuestro continente.
Urgen ajustes en materia de personal e inversiones, deben convertirse en una empresa con el menor gasto posible en materia administrativa, renfocándose en las operaciones que les generen utilidades, otro tema pendiente es la posibilidad histórica de empezar a producir y comercializar energías saludables, para ello deben incentivar al sector privado a invertir, a través de asociaciones público privadas o iniciativas privadas autofinanciadas al lado de Petro Perú, en parques eólicos, fotovoltaicos, plantas de hidrogeno verde y otras tantas energías limpias que se pueden explotar, teniendo siempre como aliados estratégicos a los dueños de estaciones de servicios, quienes agrupados en su asociación (AGESP) ya dieron el primer paso, estando presente este tipo de energías en el último discurso de su presidente, Enrique Marcelo a propósito de su 94 aniversario.
Incentivando a que el país avance hacia el cambio de matriz energética y con una última inyección de confianza, condicionada a que reaccionen, logren eliminar sus pérdidas operativas y se conviertan en una empresa rentable, Petroperú recuperará su sitio en el corazón y orgullo de todos los peruanos, esperemos que toda su burocracia entienda que el único camino para sobrevivir es volverse eficientes y reducir sus gastos operativos al mínimo, los peruanos ya estamos hartos de financiar sus inversiones estériles y beneficios laborales extravagantes, ojala y comprendan que “un fracaso más si importa”.