Estamos en pleno inicio del Año 5,783 y justo después de nuestro día del perdón (Yom Kipur) me parece oportuno exponer varias reflexiones al respecto.
Cuando digo que “es difícil ser judío, pero estoy orgulloso de serlo” lo que estoy reiterando es que desde tiempos inmemoriales hemos sido y seguimos siendo el chivo expiatorio de todos los males que padece la humanidad. Pero al señalar mi orgullo, es por formar parte de un grupo que ha adoptado como modo de vida principios de ética y moral y que más que un grupo religioso es una familia.
Lo importante en contra de lo que afirman los antisemitas es que no somos especiales por nacimiento ni por origen. Iguales derechos tienen los que se convierten al Judaísmo sin importar ni su origen ni su procedencia ni el color de su piel.
Los antisemitas nos acusan de ser el Pueblo Elegido, como si se tratara de un beneficio especial. No es así. Fuimos elegidos para llevar la palabra de D-os con toda la responsabilidad que ello conlleva. Quien se convierte es bienvenido y asume esta misma responsabilidad.
Sobre nosotros se vierten conceptos sobre nosotros no sólo por gente que en su vida ha conocido a un judío sino por judíos renegados de su condición y que constituyen la peor escoria del género humano. Pero por supuesto que esto no es novedad y no voy a citar nombres pero mis compatriotas peruanos saben muy bien de la gran cantidad de traidores desde la aparición de Filipillo que vendió al Inca Atahualpa, de quienes combatieron las fuerzas libertadoras de San Martín, de los que traicionaron a Bolívar, los que asesinaron a Sucre que nos dio las victorias libertadoras de Junín y Ayacucho, los que nos vendieron al enemigo durante la guerra con Chile, etc., etc.
Sería injusto juzgar a todos los peruanos por estos casos, así como es injusto juzgarnos a los judíos por los traidores enemigos de Israel, enemigos de nuestro pueblo y entre los que figuran incluso aquellos que nos vendieron a los alemanes durante el Holocausto y siguen haciéndolo hoy en día.
¿Qué es el Judaísmo entonces? No somos ni una raza, ni una religión, ni una nacionalidad, ni un grupo, ni una tribu. Somos todo ello y además de una forma de vida, somos también una familia, con todas sus virtudes y defectos como son el cariño, la estima, el aprecio, la consideración y hasta el amor, junto con la envidia, los celos y hasta el odio. Igual que cualquier otra familia.
Mis amigos no judíos me decían muchas veces: “tú no pareces judío” como elogio porque yo no me diferenciaba de ellos. Yo respondía que eso era más bien un agravio, porque los que no parecían judíos eran los otros, aquellos que se ofendían si les decían judíos. Ser judío, no es necesariamente el que nace de madre judía o se convierte al judaísmo, sino el que se siente judío y está orgulloso de serlo.
Nos llaman el pueblo del libro por diseminar y hacer público el libro más leído del mundo: la Biblia, la Torá, los cinco libros de Moisés. No es importante si se cree, como nosotros, que fue dictada a Moisés por el Supremo Creador o se les ocurrió a sus autores escribirla a través de leyendas que se transmitieron de una generación a otra. Lo importante es que establece que todos los humanos tenemos un padre único, Adán y una madre única, Eva. Esta es la primera Declaración de los Derechos del Hombre que diferentes pueblos recogen unos miles de años después. Todos descendemos de la misma raíz, de manera que todos somos iguales y con los mismos derechos.
Otro de los aspectos importantes es el relativo a las normas de ética y moral contenidas y que hoy forman parte de los Sistemas de Justicia más avanzados del mundo. Junto con el emblema de la tolerancia civil y religiosa: “Ama al extranjero y al residente temporario”, ordenó Moisés, “porque vosotros habéis sido extranjeros en la tierra de Egipto”.
El concepto de “Ama al Prójimo como a ti mismo”. Y esto fue expresado en aquellos tiempos remotos y salvajes cuando la ambición principal de las razas y las naciones consistía en abatirse y oprimirse unos a otros.
No somos proselitistas. No pretendemos ni exigimos convertir a los no judíos, menos aún imponer castigos o pena de muerte a aquel que no pertenezca al judaísmo o que no acepte unirse al pueblo judío ni adoptar su religión.
Al contrario, el Talmud ordena a los Rabinos informar y explicar a todos aquellos que voluntariamente vienen a aceptar la religión judía acerca de todas las dificultades que encierra su aceptación y recalcar que los justos de todas las naciones tienen su parte en la inmortalidad, sin tener que ser necesariamente judíos. Ni siquiera los moralistas de nuestros días pueden jactarse de una tolerancia religiosa enaltecida e ideal de este tipo.
Tal vez hayamos despertado el odio por considerar que llevar una vida decente va en contra de muchos. Hay muchos que seguramente se preguntan: ¿Quiénes son estos judíos de mierda para decirnos cómo debemos comportarnos y para hablarnos de normas de ética y moral? Personalmente gente que ni me conoce me ha atribuido e inventado hechos en los que no he tenido ni arte ni parte y de los cuales recién me enteré que existían cuando estos pobres individuos los mencionaron.
Y a pesar de ello y por encima de los odios y los ataques deseamos llevar una vida decente como tratan de hacerlo todos los hombres de bien de diferentes creencias e ideas y con la seguridad de considerarnos para bien o para mal ni mejores ni peores que el resto de la humanidad.
Por supuesto, abundan regímenes que buscan nuestra destrucción como el Iraní por ejemplo que acaba de torturar y asesinar a una muchacha porque no tenía puesto bien el turbante, según los Guardias de la moral. Imagínense que nos maten por no llevar bien puesta alguna prenda de vestir, según ciertas normas.
Hace unos meses con mi esposa Rebeca nos hemos integrado a la comunidad judía Chabad de Luzerna y yo estoy concurriendo la mayoría de los Sábados a la sinagoga cuyo rabino Chaim Drackman dirige los servicios y antes de ellos dedica la primera hora a discutir algún tema relievante de nuestra historia y religión. Todo lo cual hace en forma excelente. Está casado con Rivki, otra persona maravillosa y tienen 7 hermosos hijos. Nos sentimos honrados y bendecidos por haberlos conocido a todos ellos que nos tratan con respeto, consideración y cariño, lo cual apreciamos sobremanera.
Los conceptos que se han vertido durante nuestras reuniones han contribuido a afianzar y ampliar mis conocimientos y a dedicar tiempo a pensar en la vida y su significado. Tenemos un aspecto material y otro espiritual. El material está representado por las acciones que tomamos como el comer y vestirnos, el espiritual a nuestros sentimientos. Alimentamos tanto a nuestro cuerpo como a nuestro espíritu.
En este sentido la Torah o Pentateuco o Biblia nos enseña, orienta e indica lo que el Creador espera de nosotros. En el aspecto material es básica la caridad (sedaka) como acción y el estudio permanente de la Torah como aspecto espiritual. La importancia de la Torah es único. Constituye en su conjunto los planos o diseños (blueprint) de la creación del mundo y nuestro rol dentro del mismo.
Y para culminar el día del perdón pedimos perdón a D-os por los errores cometidos en el último año y pedimos que nos inscriba en el libro de la vida por un año mas. Al mismo tiempo perdonamos a todos quienes nos hayan faltado, ofendido o hecho mal. De esta manera iniciamos este nuevo año de 5,783 que les deseo a todos que sea de salud, felicidad, alegrías y de Paz duradera.
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