El 26 de junio, Bolivia vivió un episodio que resultó ser un «autogolpe». La crisis económica que enfrenta el país, exacerbada por la escasez de dólares y depreciación del boliviano, ha llevado al presidente Luis Arce a adoptar medidas drásticas para mantener su gobierno y desviar la atención de los problemas económicos.
La economía boliviana, en declive en los últimos años, se agravó por falta de divisas. Esta escasez ha impactado negativamente el abastecimiento de productos importados, medicamentos y combustibles. El tipo de cambio oficial se mantiene en 6,96 bolivianos por dólar, pero el mercado paralelo alcanza los 9 bolivianos, depreciación del 24,9%. El desfase genera una escalada de precios de productos básicos y medicamentos, impactando en una pobreza que sigue en aumento.
Desde hace semanas los principales gremios lideran manifestaciones con asociaciones de comerciantes minoristas, transporte e importadores denunciando restricciones en el acceso a dólares y altas comisiones que inflan el valor de esta moneda. En salud, la situación es crítica, con pacientes que luchan por obtener medicamentos esenciales y un gobierno incapaz de satisfacer las demandas.
El paro de transporte fue suspendido tras negociaciones con el gobierno, pero podrían retomarlo de no cumplirse sus demandas. Los gremios de comerciantes informales, que representan al 80% de la población, planeaban movilizaciones para la semana siguiente. La situación se agrava por falta de elecciones primarias y la postergación en la reelección de magistrados del poder judicial y el tribunal constitucional, en un contexto de elecciones nacionales para 2025.
En un clima de agitación, el general Juan José Zúñiga, Comandante General del Ejército, tomó la Plaza Murillo en La Paz con tanquetas y tropas, alarmando al país. Zúñiga, cercano a Arce, había declarado días antes que Evo Morales no podía volver a ser presidente y que el ejército haría respetar la Constitución. Estas declaraciones avivaron los rumores de un posible autogolpe. El 25 de junio en una entrevista periodística, delineó un programa de gobierno que incluía acabar con la élite de Morales y liberar a presos políticos.
El 26 de junio, Zúñiga tomó el centro del poder en La Paz con sus tropas. El presidente convocó a la población a movilizarse contra el golpe. Sin embargo, dos horas después, Zúñiga fue destituido oficialmente entre elogios, siendo apresado por la policía. Antes de ser trasladado a la fiscalía declaró “El domingo el presidente me dijo, la situación está muy jodida… es necesario preparara algo para levantar mi popularidad… Sacamos a los blindados pues”.
Al escenificar un golpe de Estado fallido, intento de Arce para desviar la atención de la crisis económica y fortalecer su posición política, pudo mostrarse ante la población como defensor de la democracia, para ganar un respiro político como mártir de la estabilidad. Pero esta conocida estrategia ya usada por el bloque de países autoritarios latinoamericanos no funcionó.
El autogolpe de Estado en Bolivia desvió la atención sobre los graves problemas económicos que enfrenta el país, confundiendo a la comunidad internacional por pocas horas. La estrategia del autogolpe, aunque polémica y arriesgada, buscaba reforzar la figura presidencial y desactivar temporalmente las protestas y movilizaciones de diversos sectores.
La situación en Bolivia sigue siendo tensa, con una economía tambaleante y una extraña división al interior del Movimiento Al Socialismo (MAS). La lucha de poder entre Arce y Morales no queda clara ya que la Central Obrera que controla Morales, apoyó a Arce. Las elecciones de 2025 en Bolivia se presentan como un reto para la estabilidad.