En el ámbito geopolítico, las sanciones económicas crean un “efecto dominó” convertidas en arma de doble filo que intensifica la formación de coaliciones entre países como China, Rusia e Irán para contrarrestarlas. Estas alianzas intentan mitigar el impacto de las sanciones, desafiando los valores democráticos occidentales.
Desde el conflicto en Ucrania, las sanciones económicas fueron usadas para ejercer presión sobre Rusia. En 2022, la Unión Europea, Estados Unidos, Japón y Canadá congelaron unos 300.000 millones de dólares en activos del Banco Central ruso como respuesta a la invasión. Este acto, que pretendía debilitar la economía rusa, llevó a Moscú a fortalecer alianzas estratégicas para mantener su estabilidad económica y política. Las sanciones impuestas tras la anexión de Crimea en 2014 proporcionaron a Rusia una ventana de ocho años para anticipar y mitigar posibles efectos ante restricciones económicas occidentales.
China y Rusia, históricamente enfrentadas a Occidente, fortalecen lazos formando una coalición con Irán, otro país tradicionalmente sancionado que comparte la visión contra la influencia occidental. Buscan mecanismos alternativos de comercio y transferencia de fondos, desafiando el dominio del dólar y el sistema financiero internacional. Pero esta coalición va más allá incluyendo apoyo militar en frentes abiertos como Taiwán, Ucrania e Israel, respectivamente, contra la hegemonía norteamericana.
Una de las principales estrategias ha sido expandir a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), admitiendo nuevos miembros en enero de 2024: Etiopía, Irán, Arabia Saudita, Egipto y Emiratos Árabes, aumentando su alcance económico y geopolítico para desafiar a instituciones como el G7. La inclusión de países con vastos recursos naturales y mercados emergentes proporciona a los BRICS una plataforma para establecer nuevas normas económicas y financieras. La creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), dirigido por la ex presidenta de Brasil Dilma Rousseff, es un ejemplo en la búsqueda de alternativas, promoviendo el uso de monedas locales en lugar del dólar para el comercio internacional.
El argumento central es que las sanciones occidentales, como forma de coerción, violan el derecho internacional y los principios de soberanía. Mecanismos alternativos, como un sistema de pago análogo al SWIFT y una posible moneda única BRICS respaldada por oro, buscan reducir la dependencia del actual sistema financiero.
La confiscación de activos rusos ha creado un precedente generando desconfianza en el sistema financiero internacional por el temor a que en un futuro sus propios activos puedan ser congelados. Países de todo el mundo reconsideran sus reservas en dólares y euros, diversificándolas. Polonia y República Checa, históricamente alineados con Occidente invierten en oro como parte de esta tendencia.
La expansión de los BRICS muestra un cambio hacia un nuevo orden mundial. La capacidad para establecer sistemas alternativos de comercio y finanzas pone en riesgo la dominación del dólar y estabilidad del sistema financiero global. A medida que más países busquen unirse a los BRICS adoptando sus mecanismos, el equilibrio de poder podría desplazarse creando un mundo donde las sanciones y políticas de coerción económica sean menos efectivas.
La coalición autoritaria de China, Rusia e Irán, respaldada con la expansión de los BRICS, desafía a Occidente. Las sanciones, aunque efectivas a corto plazo, han impulsado la formación de alianzas estratégicas que debilitan el sistema financiero internacional dominado por Estados Unidos y Europa. Este proceso no solo pone en peligro los valores democráticos, sino que podría transformar el orden económico global.