El Perú inició una nueva etapa, intentando dejar atrás las secuelas del mandato del odio, el resentimiento y el rencor. Vivimos momentos dramáticos, con el resurgir del terror por actos que no son legítimas protestas. Los grupos subversivos estuvieron siempre ahí, esperando el momento para activar sus fuerzas y atemorizar a la población, utilizando a los más desfavorecidos como carne de cañón.
Pedro Castillo abrió la puerta a la subversión, invitando a organismos de fachada terroristas que ahora protestan porque los terruquean. Esos terroristas fueron liberados, uno a uno durante el gobierno del presidente interino Valentín Paniagua, Alejandro Toledo –presidente de origen rural– y así sucesivamente. La Comisión de la Verdad accedió a sus demandas, negociando con los agresores y atacando a los defensores en los años de la barbarie. La Policía y las Fuerzas Armadas defendieron a la ciudadanía, pero también los pobladores se levantaron en armas para luchar por sus familias, formando los Comités de Autodefensa en medio del terror y no de un conflicto armado como pretenden llamarlo.
El desgobierno llegó al poder por la senda electoral; haciendo retroceder al país durante 16 meses. Las poblaciones más pobres fueron engañadas y hoy sufren las consecuencias con más pobreza y desconcierto. Pero hoy la subversión tiene otros ingredientes. El Financiamiento es internacional, de procedencia ilícita o avalado por los países que hoy intentan imponernos la reposición del peor presidente de la era Republicana. Eso se llama intromisión en asuntos internos.
El 14 de diciembre se reunieron en La Habana los miembros del grupo ALBA, encabezados por Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Luis Arce; con Raúl Castro avalando dicha reunión. Emitieron una declaración conjunta en defensa del expresidente peruano y de la vicepresidenta argentina, condenada por corrupción. Denuncian un complot para desestabilizar a los Gobiernos de izquierda en la región.
Censuran el uso de estrategias de guerra no convencionales contra gobiernos y líderes democráticamente elegidos, procesos judiciales políticamente motivados y sin sustento jurídico, para destruir a rivales políticos e ideológicos. “Rechazamos el entramado político creado por las fuerzas de derecha de Perú en contra del presidente constitucional Pedro Castillo, obligándolo a tomar medidas que fueron luego aprovechadas por sus adversarios”. Están confundidos, así actúa justamente Cuba y no los países democráticos. Pero el mensaje es claro, están perdiendo la batalla en el Perú y no saben cómo manejar la situación.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha declarado que “La crisis en el Perú, el apresamiento, sin juez y sin defensa, de un presidente elegido popularmente ha puesto en serio cuestionamiento el papel de la Convención Americana en el orden jurídico Latinoamericano.” Irónicas palabras pues fue justamente la OEA quien avaló a Pedro Castillo, quedando desacreditados cuando su protegido impuso un Golpe de Estado.
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, no solo apoya a Pedro Castillo; sino que continúa victimizándolo y ofreciendo asilo político a un exgobernante procesado, quien debería ser condenado a prisión preventiva por delitos no solo de rebelión, intento de Golpe de Estado, sino además por ser el presunto cabecilla de una organización criminal. Al respecto la Cancillería del Perú se ha pronunciado enfáticamente rechazando la intromisión del presidente mexicano.
Venezuela no solo ha acogido a exministros de Estado corruptos del régimen de Castillo, perseguidos por la justicia y con orden de captura, sino que además solventa sus gastos y facilita su estadía, al igual que el presidente de Bolivia, Luis Arce. Parece ser el modus operandi. El intervencionismo no sólo crea confusión, sino que pone además en peligro nuestra soberanía.
El Perú está dando la cara, luchando contra los proyectos Socialistas frontalmente. El abuso del poder no puede ser admitido, aunque tengamos que pagar un alto precio. Somos un ejemplo para toda Latinoamérica y los países autoritarios están preocupados; al convertirnos en un peligro para el eje socialista. Tenemos que salir adelante, ellos tienen un solo objetivo: la Asamblea Constituyente y cambiar las reglas democráticas. Sólo buscan doblegarnos.