El mundo enfrenta el riesgo más alto de una guerra nuclear desde el fin de la Guerra Fría, con amenazas y ejercicios nucleares de Rusia durante el conflicto en Ucrania. Pero no solo Rusia contribuye a estas tensiones; en Oriente Medio Irán acelera su programa nuclear, Corea del Norte moderniza su arsenal y un cambio político en Estados Unidos podría reanudar sus pruebas nucleares.
Desde el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki en 1945, se establecieron normas para prevenir el uso de armas nucleares, como el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP – 1968) y el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (TPCE – 1997). El objetivo es desalentar la proliferación de armas nucleares, pero estas normas son desafiadas.
Los líderes autocráticos de China, Irán, Corea del Norte y Rusia buscan socavar el orden internacional, atentando contra los derechos humanos, fronteras internacionales, poniendo en riesgo las normas nucleares con amenazas. El presidente ruso Vladimir Putin declaró que las naciones occidentales «deben darse cuenta de que nosotros también tenemos armas que pueden alcanzar objetivos en su territorio». Corea del Norte, bajo Kim Jong Un, realiza pruebas nucleares amenazando con usarlas. China expande su arsenal nuclear, oponiéndose a conversaciones sobre control de armas. Irán avanza en su programa nuclear, enriqueciendo uranio a niveles peligrosos. Pero Xi Jinping y el primer ministro indio Narendra Modi han intentado limitar a Putin, recordándole que el uso de armas nucleares en Ucrania sería inaceptable.
Las normas de no proliferación están interconectadas. Si una norma se viola, como la prohibición de ensayos nucleares, otras, como no uso y no proliferación podrían verse amenazadas. La violación más reciente ocurrió en 2017 con pruebas de armas termonucleares de Corea del Norte, desafiando el consenso mundial.
Erosionar las normas nucleares convierte el mundo en un lugar más peligroso. Reanudar las pruebas nucleares tendría consecuencias humanitarias y ambientales devastadoras, como las ocurridas en 1954 cuando las pruebas estadounidenses en el atolón Bikini contaminaron diversas islas y generaron graves problemas de salud a la población local. Un mundo sin tabú nuclear enfrenta consecuencias en un entorno de conflictos regionales crecientes.
Las alianzas pueden preservar y fortalecer las normas nucleares. Estados Unidos debería ampliar sus relaciones con países del Sur global, muchos de los cuales expresan preocupación por la erosión del orden nuclear. El diálogo es crucial entre estados con armas nucleares que las consideran esenciales para su seguridad, pero los estados que no tienen estas armas las ven como amenaza para la paz abogando por el desarme total, consenso que se complica con países que no cumplen con sus responsabilidades nucleares.
No todos los estados nucleares son iguales, tratarlos de forma individual ayudaría a aislar los comportamientos responsables de los irresponsables, centrando la presión en aquellos que desafían el orden nuclear, reforzando acuerdos con los aliados de la OTAN y del Indo-Pacífico para defender las normas vigentes. Un enfoque de doble vía apoyaría la disuasión para mantener la seguridad mientras se exploran soluciones creativas para reducir el riesgo nuclear. Japón, como único país que ha experimentado la devastación nuclear, puede facilitar el diálogo entre estados que tienen armas nucleares o los que no.
El mundo enfrenta la amenaza creciente de una posible guerra nuclear. La comunidad internacional debe actuar unida y con decisión para fortalecer las normas que mantuvieron al mundo seguro durante décadas. La cooperación, el diálogo honesto y compromiso con el desarme y no proliferación debería asegurar un futuro pacífico para las próximas generaciones.