El Pacto para el Futuro, iniciativa de la ONU para abordar desafíos globales, amplía su agenda con cinco objetivos, 56 metas adicionales que se suman a los 17 objetivos de desarrollo sostenible y sus 169 metas. Extiende una agenda cuyo fracaso es reconocido por la ONU, retomando algunos objetivos fundacionales: paz y seguridad, amistad entre naciones, progreso social, calidad de vida, libertades y Derechos Humanos.
La Agenda 2030, implementada en 2015, prometía erradicar la pobreza y lograr la igualdad de género, entre otras cosas. Pero la ONU atribuye los decepcionantes resultados al escaso financiamiento. Así, el Pacto para el Futuro amplía las responsabilidades y atribuciones de la ONU, buscando control sobre temas como política fiscal y gestión de la información, sin objetivos concretos o resultados garantizables. El Pacto, con la retórica gaseosa y grandilocuente clásica de la ONU, ambicioso, sin mecanismos claros de rendición de cuentas o metas cuantificables ha sido aprobado por la comunidad con un «cheque en blanco”. Es un documento más aspiracional que orientado a acciones efectivas.
Financiamiento para el desarrollo sostenible: Plantea reforzar la Agenda 2030, sin detallar cómo se financiará o garantizará que los recursos lleguen a quien los necesite. Un «sistema fiscal inclusivo», asegurando que las multinacionales paguen impuestos justos, enfrentará la resistencia de países para proteger sus economías. Pero sin estrategias contra la corrupción y mala administración, nada garantizará el desarrollo sostenible.
Paz y seguridad internacional: Alcanzar la paz, objetivo fundacional de la ONU, enfrenta obstáculos no resueltos, como el Consejo de Seguridad y sus miembros permanentes, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China que actúan según sus intereses, sin resolver los cada vez más intensos conflictos. La guerra en Ucrania y la expansión China en el Mar del Sur demuestran las limitaciones de la ONU. La desafección a la democracia, incremento del autoritarismo, violación de derechos humanos y alianzas del totalitarismo con grupos terroristas complican el panorama.
Ciencia, tecnología, innovación y cooperación digital: El Pacto busca aprovechar la ciencia y tecnología para el desarrollo sostenible, pero no presenta un plan concreto para garantizar la transferencia tecnológica o acceso equitativo en el sur global. La intención de la ONU de intervenir en recopilación y gestión de datos plantea preocupaciones sobre control y posible manipulación de información, además de retos relacionados con la privacidad y ciberseguridad.
Juventud y futuras generaciones: Planteamientos como «fortalecer la participación juvenil» se presentan sin planes para abordar el desempleo o falta de acceso a educación de calidad. En un mundo donde los jóvenes enfrentan una creciente competitividad, el Pacto no ofrece estrategias claras para su inclusión y necesidades.
Transformación de la gobernanza global: El Pacto propone reformar la estructura de la ONU, haciéndola más inclusiva, pero no muestra la forma de lograrlo. La estructura actual del Consejo de Seguridad, con el poder de veto de los miembros permanentes, sigue siendo un obstáculo para la gobernanza efectiva. Pero la reforma en la arquitectura financiera internacional, ambicioso objetivo, se plantea en forma vaga sin medidas para lograr la redistribución de recursos.
El Pacto para el Futuro no presenta soluciones claras a los desafíos actuales. La falta de concreción, sin mecanismos de implementación sugieren que la ONU busca expandir su control e influencia, más que ofrecer soluciones tangibles; pero estos proyectos merecerían ser sometidos a debates antes de ser aprobados.
Para que la ONU recupere su relevancia, cumpliendo con su misión, debe enfocarse en acciones claras y efectivas, respetando la soberanía de los países, abordando problemas urgentes como la defensa de la paz, derechos humanos, educación y desarrollo sostenible, sin tantos distractores.