En su obra «La Tragedia de la Política de Grandes Potencias», John Mearsheimer introduce el concepto de «realismo ofensivo» en las relaciones internacionales. Entre sus teorías sugiere que los Estados, aún sin intenciones agresivas, pueden verse impulsados por sentimientos históricos arraigados en su ADN nacional, desencadenando conflictos con otras potencias. Estos mecanismos, inducidos por el resentimiento, generan alianzas, tensiones y enfrentamientos.
Desde la perspectiva de Carl Jung, el inconsciente colectivo –capa profunda de la psique humana¬–, alberga patrones, símbolos y arquetipos compartidos por generaciones. Estas fuerzas psicológicas influyen el comportamiento individual y colectivo a través del tiempo; mecanismos para entender el realismo ofensivo que afecta las decisiones de los Estados. Veamos algunos ejemplos.
China busca restaurar su grandeza sobreponiéndose al «siglo de la humillación», periodo histórico entre mediados del siglo XIX y XX, cuando sufrió invasiones extranjeras, pérdida de territorio y explotación, dejando cicatrices profundas en la psique colectiva. Esta humillación se convierte en motor para el desarrollo económico, modernización militar y proyección global de poder. Desde el realismo ofensivo, China, enfrenta su pasado humillante asegurando su posición en el escenario internacional. Este impulso genera tensiones con potencias en el Mar del Sur y Estados Unidos; estableciendo alianzas estratégicas para fortalecer su influencia global.
Tras la desintegración de la Unión Soviética, Rusia experimentó la pérdida de estatus y poder en el escenario internacional. Vladimir Putin expresa el «orgullo herido» frente a lo que percibe como humillación occidental, incluyendo la expansión de la OTAN hacia el este y sanciones económicas. La anexión de Crimea en 2014 y el conflicto en Ucrania pueden entenderse como respuesta al sentimiento herido, para restaurar su imagen como potencia global, defendiendo intereses estratégicos. Desde el realismo ofensivo, el reconocimiento y respeto son elementos que impulsan las acciones rusas para recuperar su prestigio, reafirmando su influencia.
El pueblo judío, marcado por siglos de persecución, encuentra en el Holocausto una profunda herida en su inconsciente colectivo. La creación de Israel en 1948 se interpreta como respuesta a su vulnerabilidad histórica, estableciendo un refugio seguro para los judíos en el mundo. La memoria del sufrimiento pasado impulsa la autodefensa y soberanía judía. Esta narrativa, arraigada por experiencias traumáticas, explica la defensa del Estado de Israel y su política de seguridad. Desde el realismo ofensivo, Israel no puede repetir la vulnerabilidad que lo llevó a la tragedia, lo que influye en su política exterior y posición en los conflictos regionales.
La ocupación británica y creación de Israel en 1948, dejó cicatrices en la psique palestina. La pérdida de tierras, poblaciones desplazadas y dificultades en el proceso de paz generaron el «orgullo herido». La resistencia armada intenta restaurar la dignidad, afirmando su presencia en la región. Desde el realismo ofensivo, estos factores afectan la psique colectiva, convirtiendo el orgullo herido en motor para la resistencia, búsqueda de reconocimiento y conflictos para alcanzar un estado viable.
El realismo ofensivo, anclado en sentimientos de humillación y orgullo herido, ofrece una perspectiva distinta para comprender las dinámicas en las relaciones internacionales. Estos sentimientos se convierten en fuerzas que influyen en la conducta de los Estados, enraizadas en la historia y psicología colectiva. Actúan como motores del progreso impulsando a las naciones a defender sus intereses, configurar alianzas, desencadena conflictos; pero también ofrecen vías para la diplomacia y resolución de divergencias para lograr un orden mundial estable y pacífico.