Por: Bruno Ayala Bellido // Petro, tantas veces Petro

por | May 8, 2024 | Opinión

Gustavo Petro Urrego, un exguerrillero y ex terrorista del M-19 que, por esas cosas del destino y de la “democracia”, termina siendo presidente de Colombia, está empeñado en hacer una revolución socialista en un país con más de 51 millones de habitantes, flagelado por el narcotráfico, las guerrillas y la delincuencia común. Este personaje, salido de alguna novela de García Márquez o de una comedia mexicana de los años 50, está obsesionado con vender a su pueblo y a toda Hispanoamérica la quimera de que la economía planificada, el cooperativismo o un Estado todo gigante y todo poderoso funcionan. Con él, el socialismo del siglo XXI, esa ideología del fracaso, del rencor y la envidia, tiene a su máximo exponente.

Respetando una tradición de las izquierdas de esta parte del mundo, el locuaz hijo de Ciénaga del Oro (Colombia) rompe relaciones con Israel (antes ya lo hizo Bolivia). El pretexto es la guerra que se lleva a cabo entre los judíos y los palestinos. No le importó que Israel sea un socio estratégico al igual que Colombia en la OTAN, y que este organismo provea tecnología militar para el país cafetero, incluyendo los famosos aviones Kfir o los fusiles Galil (Colombia tiene licencia de Israel para producir en su territorio este tipo de armas). Tampoco importó que recién en 2020 se firmara un tratado de libre comercio entre los dos países. En realidad, nada importa cuando satisfacer los intereses ideológicos está por encima de los intereses de una nación. ¿O acaso Irán, «la mano que mece la cuna», tiene algo que ver en esta decisión?

El díscolo presidente colombiano se enfrenta a un frente interno nada favorable: casi el 60% de la población ya se dio cuenta de que su discurso, lleno de palabrería y de poca sustancia, nunca llegará a buen puerto. Está empeñado en una reforma de salud, en una reforma del sistema de pensiones (una necesidad patológica del socialismo de tomar esos dineros privados, si no, pregúntenle a los Kirchner) y, finalmente, en un cambio de constitución. Ingredientes por todos conocidos que siempre apuntan a un mismo norte: perpetuar su doctrina y sus dirigentes en el poder.

Pero la culpa del surgimiento de estos personajes tan mediocres y peligrosos es responsabilidad de la vieja y desacreditada derecha hispanoamericana. Temerosa, tibia y por demás condescendiente, caricaturas como Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Castillo en Perú, Boric en Chile, Correa en Ecuador, los Kirchner y Fernández en Argentina, y el propio Petro en Colombia son resultado de años de pasividad, de mercantilismo puro y duro, de corrupción y de un profundo desprecio a la cultura y a los desposeídos. En un escenario tan crudo, personajes como los mencionados en esta columna proliferan, son una especie que tiende a reproducirse en el fango de la corrupción y que lo único que traen es más corrupción. Por eso, la irrupción de una nueva derecha es una necesidad que, por suerte, ya se está dando en nuestro continente.

(*) Analista internacional


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